El
Río de la Plata encerraba un extraño atractivo. Hombres como
el veneciano Gaboto y el gallego Diego García, desobedeciendo
las reales órdenes de alcanzar las Molucas en busca de
especias, fueron tentados por el canto de sirena de sus aguas,
remontaron sus afluentes, animados por noticias sobre la
existencia de raro y plata, más valiosos que la nuez moscada,
la pimienta y la canela.
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La manzana que
ocupa hoy el Banco de la Nación, limitada por las calles 25 de
Mayo, Bartolomé Mitre, Reconquista y Rivadavia, tiene como
todas las parcelas de la ciudad, su historia. Que parte de ese
edificio, la esquina de Reconquista y Rivadavia fue
anteriormente el primer Teatro Colón, no tiene ninguna gracia;
eso lo saben casi todos... Esta es una pequeña historia de
edificios, próceres, artistas, pungas y cultoras del viejo
oficio.
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Buenos
Aires en la época colonial estaba precariamente edificada. La
mayoría de las viviendas era de estructura plana, con
fachadas lisas, sin atractivos. Los materiales más usados
eran el adobe y la paja. Sobresalían determinados edificios
públicos ?el Fuerte, el Cabildo? que constituían las
excepciones dentro del uniforme panorama urbano.
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Contrariando
la opinión general, la vida en la época colonial, en Buenos
Aires y su campaña, no fue fácil ni barata. Una casa de tres
habitaciones, dependencias para el servicio y tres patios,
ubicada en el barrio de Santo Domingo, no se podía adquirir
por menos de cuatro mil quinientos a cinco mil pesos,
dependiendo de la calidad de los materiales empleados y si tenía
terraza.
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En
el lapso que nos proponemos estudiar, el delito de vagancia en
la ciudad de Buenos Aires se presenta acompañado por una o
varias causas. La vagancia parece ser una circunstancia
agravante para el ladrón, el que anda en pulperías o
fandangos sin tener trabajo conocido o fijo y el jugador,
provocativo y perjudicial.
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La escasez
de material documental sobre las Casas de Baños de Buenos
Aires, así como la total ausencia del tratamiento del tema,
nos ha impulsado a tratar de llenar este hueco gracias al
hallazgo de la testamentaría del español José Ballester, un
valenciano que con su esposa francesa, es uno de los primeros
propietarios de un establecimiento de esa índole. Previo a
ello realizaremos en esta primera parte un introito sobro cl
asao personal la provisión de agua de la ciudad.
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Concluimos aquí la
historia de la primera Casa de Baños de Buenos Aires y de su
propietario, el español don José Ballestee. Los datos inéditos
que hemos podido rastrear en reta investigación, han sido
tomados principalmente de los Tribunales Civiles, de los
Protocolos de Escribanos y de la testamentaría de su dueño.
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En este
articulo se intenta dar un panorama de esta interesante
temática hasta principios del siglo XX, pues como afirmaba
Galarce en 1886: "La casa de baños es y ha sido siempre una
necesidad indispensable para Buenos Aires, no sólo por el
calor sofocante de nuestro clima en verano, sino porque
innumerable cantidad de personas se bañan durante todo el año,
tanto para conservar la limpieza del cuerpo, como por la
indiscutible influencia benéfica que se siente en la salud
moral y material del individuo".
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La mayor
parte de los habitantes de las Provincias Unidas del Río de la
Plata profesaba la religión católica, apostólica y romana,
herencia recibida de los tiempos de la colonización española.
Por "disidentes" se conocían, durante el siglo XIX en el que
ya encontramos un número considerable de extranjeros
residiendo en Buenos Aires , a los individuos que profesaban
una religión diferente, que en su mayoría eran "protestantes"
(1) pertenecientes a las colectividades británica,
norteamericana y alemana. Los primeros sobre todo, se
constituyeron en las primeras décadas, en un grupo
relativamente importante.
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La
Comunidad Judía en Buenos Aires tiene su primer intento de
organizarse en 1862, cuando ya había unas decenas de judíos.
Recordemos que la primera boda según el rito judío fue
autorizada recién por la Justicia a fines de 1860.
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Esta
es una historia poco conocida, casi inédita. Silvino Olivieri
fue un militar nacido en Italia, descendiente de una familia
de nobles. Actuó desde joven en los sucesos políticos de su
país, llegando a comandar un cuerpo de voluntarios en la
revolución de 1848. Perseguido, emigró a Montevideo, pasando
después de Caseros, a Buenos Aires. Durante el sitio a que
fue sometida esta ciudad en 1852, el gobierno autorizó a los
extranjeros para que pudieran armarse y Olivieri se puso al
frente de 300 compatriotas que integraron un cuerpo llamado
Legión Italiana.
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Más allá de toda
conjetura, el magnetismo que posee la sola mención de esta
vía, no pierde vigencia. Ayer y hoy, con distintas
características, sigue siendo un símbolo de la porteñidad.
Roberto Gil la definió como "la calle que nunca duerme". Eran
épocas en que la efervescencia rondaba por la principal
arteria de Buenos Aires en una romería casi sin pausa. (más
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El barrio de
Belgrano, hasta 1888, partido de la provincia de Buenos Aires,
tuvo su café –deberíamos decir cafés porque hubo varios antes
de que el pueblo existiera. Era una pulpería, levantada donde
ahora funciona una agencia de la Banca Nazionale del Lavoro,
en la esquina noroeste de la avenida Cabildo, o sea donde
hacía una curva el antiguo camino del Alto.
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Seudónimo del
periodista italiano José Ceppi, en muchos de sus trabajos,
publicados en "La Nación", Aníbal Latino se ocupa extensamente
de la ciudad, sus habitantes y costumbres, en una pluma amena
y colorida. Autor de libros, ensayos y artículos, Ceppi ocupó,
entre otros cargos, el de primer director de la Biblioteca del
Congreso. (más
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El 19 de mayo de
1853, el popular poeta Hilario Ascasubi lanzó su nuevo
periódica Aniceto el Gallo, nombre que se haría famoso hasta
convertirse en su propio apodo. De contenido contundente
contra Urquiza que sitiaba Buenos Aires desde San José de
Flores, animaba a los porteños con sus versos irónicos y
agresivos. De edecán y ferviente partidario del Director
Provisorio Urquiza, pasó a ser enconado enemigo y se sirvió de
su periódico para manifestarlo con toda la saña posible.
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La utilidad
de conservar boletos de tranvía permite, muchas veces, hacer
aportes desconocidos sobre temas de la historia de estos
medios de transporte y sus concesionarios. Es lo que, con
otras fuentes, pretendemos dar a conocer en este trabajo.
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