PATRIMONIO DE
TODOS
Las calesitas
de Floresta
05/03/2006
- Dicen que la primera calesita que se instaló en el país
comenzó a girar alrededor de 1870 en las cercanías del Teatro
Colón. Con el tiempo se convirtieron en algo común que
engalanaban con su giro alegre las tardecitas de los barrios.
En Floresta hubo varias, aunque ahora sólo quedan dos.
Quizá la más tradicional sea la del Parque Avellaneda aunque
también la
aledaña a la estación Floresta conserva esa mezcla rara de
alegría nueva con nostalgias
del ayer. Este artefacto del pasado, mezcla de simpleza con
ingenuidad, continua aún hoy arrancándonos sonrisas en cada
uno de sus giros.
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Las primeras
calesitas eran importadas, y recién en el año 1891
comenzaron a fabricarse en el país. Tenían burros, leones,
chanchos y bancos de madera tallados a mano, giraban
gracias a la fuerza de un caballo y no eran de uso
exclusivo de los niños. Luego vendrían las de motor a
nafta y después las eléctricas. |
En nuestro barrio apenas quedan dos. La de Parque Avellaneda,
que se encuentra emplazada a metros de la Av. Directorio y
Fernández, es la más antigua ya que desde el año 1968 nos
acompaña en su actual ubicación. Dicen los viejos vecinos,
conocedores de su historia, que antes de llegar al parque
estuvo girando y girando en la provincia de misiones hasta que
Daniel Guedes la compró y trasladó al segundo pulmón verde de
la Ciudad. Anteriormente se la podía encontrar frente a la
monumental pileta, en las inmediaciones de la Chacra de los
Remedios. Tiene nueve metros de diámetro y su biombo y cenefa
está adornada con motivos de Walt Disney.
Cercana a la estación Floresta estaba la calesita de Don Luis.
Desaparecida ésta, el barrio recuperó para alegría de sus
pibes, el giro de los caballitos de madera y el movimiento
esquivo de la sortija. Corría el año 2002 y su ubicación había
variado algunas decenas de metros. La nueva calesita se
aposentó en la esquina de Venancio Flores y Segurola, junto a
la vía que alguna vez recibió el paso orgulloso de La Porteña.
En la decoración de su biombo se mezclan los dibujos
"foráneos" (como el Pato Donald, Pluto, el pájaro loco, el
Chavo, etc.) con los "autóctonos" (Anteojito y Antifaz).
Como tantas otras cosas del ayer que merecen ser preservadas,
muchas de las calesitas de Buenos Aires están consideradas
como pertenecientes al acervo tangible del Patrimonio
Histórico de nuestra querida tierra.
Quizá como en muchos otros órdenes de la vida, las cosas
simples y sencillas sean las que más satisfacciones nos dejan.
Sin demasiada tecnología, sin necesidad de juntar puntos, sin
la presión lúdica virtual de matar o morir, este modesto
artefacto que se reduce a girar en medio de la música y que
tiene como único incentivo el atrapar una sortija que se
escurre traviesa en nuestras manos, es capaz de seguir
dibujando sonrisas a través de las generaciones. Y después,
cuando las luces se apagan y la música cesa, volvemos a vernos
alegres las caras, sin la frustración del Game Over pintado en
la piel.
Carlos Davis

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