CONCURSO
LITERARIO Y DE INVESTIGACIÓN SOBRE EL BARRIO
Entrega de
premios en el Corralón
31/12/2007
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El sábado por la noche fue una jornada especial en el ex
Corralón Municipal de la calle Gaona. Comenzó con el
recuerdo de Maxi, Cristian y Adrián al cumplirse el sexto
aniversario de su asesinato (estuvieron presentes Silvia, la
mamá de Maxi, y Elvira, la mamá de Cristian), y continuó con
la entrega de premios del "Concurso Literario y de
Investigación Histórica" que organizó la Asamblea Barrial de
Floresta junto a los docentes de la UTE y con la
participación y patrocinio del Museo de Floresta y la
Dirección de Desarrollo Socio Cultural del CGP 10. Al final
de la jornada hubo un brindis del cual tomaron parte los
asistentes.
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La idea del
concurso fue doble: por un lado propiciar la investigación
sobre distintos aspectos del barrio, y por otro brindar un
espacio donde los vecinos más creativos y talentosos
pudieran escribirle al barrio desde el sentimiento y la
emoción. En este aspecto el momento más especial de la noche
estuvo a cargo del Sr. Santos. |
Orlando Santos, director y
alma mater del grupo de
teatro popular, callejero e
independiente "El Épico de
Floresta", tuvo a su cargo
la lectura e interpretación
del trabajo ganador en el
rubro "Texto Litarario". La
obra premiada fue
"Espectador" de Pablo
Sebastián Vannoni.

Anahí Aizpurú, Orlando
Santos y Mabel Sampaolo
El trabajo de Pablo emocionó
a todos los presentes por lo
creo que es de interés
ponerlo a consideración de
los lectores de La Floresta:
Espectador
Cuando era chico dos cuadras
representaban una eternidad.
Las desmedidas precauciones
maternas convertían al
simple acto de cruzar la
calle en una de las más
audaces y heroicas
decisiones de la vida. Por
eso, a los siete años, me
conformaba con jugar en cien
metros de vereda, entre San
Blas y Juan A. García,
siempre a la vista de ella.
Pero más allá había otro
mundo, existía un universo
que acaparaba mi atención y
despertaba mi latente
curiosidad.
El sábado era un día
arrancado del calendario y
teñido de matices que lo
depositaban en un selecto
pedestal. La gente no era la
misma. Las calles no eran
las mismas. Los espacios
olvidados que dejaba el
escaso tránsito eran
abordados por el olor a
asado que desprendían las
paredes vecinas.
Una vez que las panzas
colmaban sus capacidades y
los vinos se refugiaban en
la sangre, el panorama del
barrio se tornaba mágico.
Una señal inexistente daba
el puntapié al hormiguero
que regaba de gente las
calles. Esos señores grandes
que en la semana se perdían
en el trajín laboral,
aparecían de repente con un
semblante de satisfacción y
regocijo. Hermanados iban,
derecho por Chivilcoy, a ese
mundo dos cuadras más lejos
que sólo conocía en su
inmediación.
Remeras blancas y negras,
gorros blancos y negros,
banderas blancas y negras.
No era falta de creatividad
ni se debía a idiosincrasias
austeras, la causa era más
profunda. Una mística
intangible los unía
incondicionalmente en ese
rito sagrado.
Sentado en el escalón de la
puerta de mi casa, sólo
miraba. Lo fabuloso era la
previa, ese preparativo de
algo que no me interesaba
tanto como el preparativo
mismo. Sabía que más allá,
en otro mundo, se gestaba
una fiesta para personas
privilegiadas que unían su
pasión de manera
inquebrantable.
Mi atención se acentuaba
cuando un chico iba sentado
en los hombros de un mayor,
no sólo porque recordaba a
los perdidos en la playa, y
por ende a mis vacaciones,
sino porque existía entre
ellos un vínculo que excedía
a las palabras. Expresiones
corporales, gestos, miradas
profundas, matices de
sentimientos colectivos que
brillaban en la cuadra y
encandilaban mi existencia.
Y otra vez el vacío. La
cuadra carente de vida. La
gente guardada. Sólo señoras
con bolsa en mano ajenas a
lo que allí se respiraba.
Pero no me movía, faltaba un
tramo esencial de aquella
vivencia. Más allá de las
copas de los árboles, cerca
del cielo, emergía el canto
preciso de una masa festiva.
De nuevo piel de gallina.
Mis sentidos más sensibles
que nunca devoraban los
estímulos que ante mí se
presentaban. Conocía todas
las canciones y las partes
que no entendía las
inventaba, experiencia que
uno adquiere en el colegio
ante la necesidad de cantar
el himno con palabras
incomprensibles para la
edad. Si tenía suerte, si
algún inspirado delantero o
un errático defensor lo
permitía, un estruendoso
grito de gol terminaba de
enmarcar esos sábados
imborrables.
Un año más tarde, con ocho
cumpleaños en mi haber, mi
viejo que vivía distante a
la pasión del futbol propuso
llevarme a la cancha. Yo me
sentía preparado, era un
hombre con derecho a
participar de aquella
fiesta. Ese día, aferrado a
la mano de mi papá y
disimulando mis nervios, nos
unimos a la masa selecta y
nos perdimos dos cuadras más
allá de mi casa. Ese día,
dentro de un mundo que sólo
conocía en su gestación,
comencé a escribir una nueva
historia.

Pablo Vannoni - 1º Premio
Categoría "Texto Literario"
A continuación Mabel
Sampaolo, de la Asamblea
Barrial de Floresta y
conductora de la entrega de
premios, hizo entrega de las
"Menciones especiales" que
recayeron en:
Susana Figueroa con su obra
"El mantel"
María Cristina Ibañez por su
trabajo "La Yoli"

Carlos Monestés de la
Asamblea junto a Susana
Figueroa
También obtuvieron
menciones:
Floresta globalizada
Sergio Agunín por "De los
dulces al paseo de compras"
Floresta Histórica
Elida Juana Metetieri por
"No despierten al gigante
dormido"
Infancia en Floresta
Viginia Turano con "Nuestro
amigo Corneta"

Miguel Angrisano de la
Asamblea de Floresta con
Héctor Kesselmann
Floresta antes de Floresta
Héctor Kesselman por
"Floresta mitológica"

Otra vecina galardonada
junto a Rosa Noceda y Mabel
Sampaolo
Floresta social
Carmen Liliana Pintos con su
obra "Olegario, ángel de
Floresta"
Con referencia a la sección
de "Textos de Investigación"
tuvimos el honor de ser
galardonados con el primer
premio por el trabajo
referido al
"Casal
Calviño, una escuela del
barrio".
El segundo premio fue para
Gabriel Ávalos por su
trabajo titulado
"Raíces".

Gabriel Ávalos, premiado
junto a sus hijos
Hubo una mención especial
para Susana Inés Pose por su
elaboración sobre "Floresta
turística".
Luego de la entrega de
premios se efectuó un
brindis del que participaron
todos los asistentes. Cada
cual, en la intimidad de su
pensamiento, debe haber
expresado sus deseos,
formulado sus proyectos,
delineado la senda por la
cual transitar el año que se
inicia...
En este sentido La Floresta
desea renovar las esperanzas
para que el 2008 nos
encuentre unidos,
disfrutando de un país más
justo, por ende menos
violento, más integrado, sin
excluidos, solidario y por
supuesto más seguro. Puede
que piensen que estas son
las palabras de un soñador,
pero, como diría John Lennon,
seguramente hay muchos otros
por allí que comparten este
mismo sueño. Es cuestión de
que comencemos a imaginarlo
para que de una vez por
todas se vuelva realidad...
Carlos Davis