Después vino la reacción del
barrio. El sitiamiento casi
de la comisaría
43º. Los balazos de goma y
los gases lacrimógenos. El
relevamiento de toda su
plana mayor.
Al día siguiente del triple
crimen se dio la primer
marcha. El barrio movilizado
pedía justicia, reclamaba
que este hecho aberrante
cometido contra tres de sus
hijos no quedara impune.
Exigía que algo de la lógica
civilizada se impusiera para
condenar un hecho de locura.
La lucha no ceso. La presión
se mantuvo. Las
movilizaciones se
sucedieron...

Finalmente el juicio vino y
la condena a prisión
perpetua dejó conforme a las
personas cercanas a los
chicos, aunque el miedo de
ver a Velaztiqui libre al cumplir los 70 años sigue persiguiéndolos
(persiguiéndonos) como un
fantasma que va a ser difícil de ahuyentar.
Seis años se han cumplido.
Seis años pasaron desde
aquella madrugada en que Velaztiqui
actuó como si el tiempo no
hubiese pasado. Como si los
viejos métodos pudiesen
seguir siendo válidos. Como
si todo pudiera ocultarse,
componerse, arreglarse para
borrar lo sucedido. Como si
la gente no se hubiera
artado de la prepotencia y
de la impunidad...
Seis años pasaron, pero los
tiempos han cambiado, y
nunca, nunca, dejaremos que
el reloj vuelva a retroceder,
jamás.
Carlos Davis