RAMON L.
FALCON (1855-1909) Militar. Combate contra el aborigen de
las fronteras del sur de Córdoba y Buenos Aires; participa
en 1879 en la expedición del desierto; jefe y creador de
la Escuela de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
Este
gobierno que se dice progresista no se avergüenza de
nombrar una plaza con el nombre de un asesino y represor,
y encima aclarando cuáles fueron sus vergonzosas acciones
como tal, a pesar de que hoy hasta en las escuelas se
enseña lo mal que estuvo el exterminio de los pueblos
originarios en América.
Desde la
asamblea trataremos de intervenir en la inauguración (que
nadie nos asegura en qué fecha y horario será) y
seguiremos luchando para quitarle ese nombre manchado con
sangre indígena y trabajadora.
Comunicado
del Bloque Del Sur
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Reflexión de Osvaldo Bayer (Página 12)
La Historia
finalmente impone la verdad aunque existen los amigos de
la muerte, que tratan de detener su camino. Se acaba de
anunciar con grandes carteles la reinauguración de la
Plaza Coronel Ramón L. Falcón, en el barrio de Floresta,
en esta capital. Todos sabemos quién fue ese Falcón. Un
verdadero asesino del pueblo. Y no exageramos. Fue autor
de la represión contra el acto que hicieron las
organizaciones obreras el 1º de mayo de 1909. Ese día se
reunieron nada menos que setenta mil obreros, con sus
banderas y su consigna sagrada: la lucha por las ocho
horas de trabajo. Cuando estaba hablando el primer orador
y el acto se realizaba con total tranquilidad, el coronel
Falcón ordenó a los fusileros de la policía atacar las
columnas obreras y, luego del fuego de fusilería, a la
montada a agredir con sus sables a los hombres, mujeres y
niños que ocupaban los espacios verdes. Se produjo una
masacre que conmovió al país durante meses enteros. Nunca
se sabrá el número de víctimas. Al día siguiente, los
periodistas preguntaron al fatuo coronel policía por qué
ordenó el ataque si hasta el momento no se había producido
ningún disturbio. Y el coronel de la Nación respondió:
“Porque los obreros en vez de llevar la bandera azul y
blanca llevaban la bandera roja”. El señor coronel se hizo
el que no sabía o se confundió a propósito, porque en 1909
la bandera roja era el símbolo del gremialismo y no de un
partido político determinado (aunque esto último no
hubiera significado ninguna razón para el alevoso ataque
uniformado).
No
sólo esa cobardía despreciable mostró el señor coronel,
sino que su biografía señala que siempre estuvo con la
violencia de los que se sienten importantes porque tienen
mando y visten uniforme: fue el mejor oficial del general
Roca en el genocidio de los pueblos originarios, y por eso
ascendió rápidamente. Además, el señor coronel estuvo en
la represión de la famosa huelga de conventillos, en 1905,
donde principalmente las mujeres proletarias dijeron basta
a la explotación de la indignidad. Y ahí estuvo el coronel
Falcón, siempre contra los humildes. Finalmente, un joven
ruso, Simón Radowirtzky, tomará como suyo el “derecho de
matar al tirano” y el de “cuando no hay justicia el pueblo
tiene derecho a hacerse justicia” y dará muerte al cruel
militar.
Los
poderosos impusieron el nombre de coronel Falcón a la
segunda calle más larga de la Capital y nada menos que a
la escuela de cadetes de la Policía. Vaya ejemplo: se les
ponía a los jóvenes que debían “guardar el orden” el
nombre de un represor cruel que no se atenía a los
principios de la instituciones sino que ordenaba matar.
Aquí sobran las palabras para señalar cómo fue la herencia
de este ejecutor. Pero todo esto continuará en estos días.
El barrio de Floresta se cansó de que este nombre fuese el
más honrado de todos sus esquinas: porque no sólo estaba
la calle, sino también una plaza con el nombre de este
personaje de la Muerte. Y hace cinco años una numerosísima
asamblea de vecinos decidió, con todo derecho democrático,
llamar a un plebiscito para que se cambiara el nombre del
represor por otro que eligiera el barrio. Un sábado y un
domingo se efectuaron concurridas votaciones en urnas en
el parque y finalmente triunfó el nombre de “Che Guevara”.
Se quitaron los carteles con el nombre del asesino de
obreros y se puso el del luchador latinoamericano. Hasta
hace dos días, en que carteles oficiales señalaron que la
plaza se seguía llamando Coronel Ramón Falcón y añadieron
una biografía del uniformado, en la cual se enorgullecen
de este represor. Textual, el cartel: “Ramón Falcón
(1855-1909) Militar. Combate contra el aborigen de las
fronteras del sur de Córdoba y Buenos Aires; participa en
1879 en la expedición del desierto”. Y sigue el cartel
adicionando galones al héroe de remington.
Pero
ayer los vecinos de Floresta no aceptaron que esa hermosa
plaza lleve tal nombre. Y en un comunicado dicen:
“Seguiremos luchando para quitar ese nombre manchado con
sangre indígena y trabajadora”. Y se produjo lo racional:
ayer, la repartición oficial autora del desaguisado retiró
los carteles propagandísticos del Falcón Represor. Bien
por la autocrítica. Aplausos para la asamblea
absolutamente democrática. Es un paso contra la violencia.
Represores, no. |