EXISTE UN
PROYECTO EN LA LEGISLATURA
La calle
Ramón Falcón cambiaría de nombre
08/09/2006
- La segunda calle más
larga de la ciudad de Buenos Aires lleva el nombre de uno de
los represores más feroces de la historia policial: Ramón
L. Falcón. El 1º de mayo de 1909, un grupo de obreros que
manifestaba en la Plaza Lorea pidiendo reducir la jornada
diaria de trabajo a 8 horas, fue masacrado por la
intervención del que fuera Jefe de la Policía Federal. En la
actualidad, un proyecto presentado en la legislatura
porteña, busca remediar este error histórico al denominar
"De los compañeros" a la actual R. L. Falcón. Parafraseando
a Osvaldo Bayer "sólo un pueblo bárbaro puede denominar a
sus plazas y calles con el nombre de sus asesinos".
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El proyecto
fue presentado en la sesión del 11 de mayo y cuenta con la
autoría de los diputados Facundo Di Filippo, Ana Suppa,
Diego Kravetz, Silvia La Ruffa, Liliana Parada, Marta
Talotti, el Chango Farias Gómez, Sebastián Gramajo, Beatriz
Baltroc, Ivana Centanaro. Pablo Failde, Fernando Cantero y
Elvio Vitali. |
Los bloques que apoyan
el proyecto son: Autonomía popular, Alternativa por una
república de iguales y el Frente Para la Victoria.
PROYECTO DE LEY
LA LEGISLATURA DE LA
CIUDAD DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES SANCIONA CON FUERZA DE
LEY
Artículo 1º.-
Denomínase “De los compañeros”, a la actual calle “Ramón L.
Falcón”, en toda su extensión.
Artículo 2º.-
Publíquese y cúmplase con lo dispuesto en los artículos 89º
y 90º de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires.
Artículo 3º.-
Comuníquese, etc.
Fundamentos
El 11 de marzo de 2006,
los sobrevivientes del ex Centro Clandestino de Detención
Tortura y Exterminio denominado El Olimpo, junto a
organismos de DDHH y organizaciones barriales integrantes de
la Comisión de Trabajo y Consenso del mismo llevaron
adelante una acción política cargada de connotación
simbólica; descolgaron los carteles del centro de
verificación de automotores de la Policía Federal que allí
funcionara hasta su desalojo.
Me encontraba presente
en el acto y algunos de los sobrevivientes del Olimpo me
sugirieron que evaluara la posibilidad de presentar un
proyecto de ley para cambiar la denominación de la calle que
lleva el nombre del Cnel. Ramón L. Falcón. Ello me motivó a
presentar este proyecto de Ley, que considero absolutamente
justo, reparador y reivindicativo.
No podemos permitir que
ésta ni ninguna calle de Buenos Aires lleve el nombre de
quienes han elegido ser parte de regímenes autoritarios,
máximos responsables de actos de barbarie, violencia y
destrucción, cuanto menos las veredas del Olimpo -sitio que
es testimonio del horror de la más cruenta dictadura militar
y que fue declarado patrimonio histórico de la ciudad
gracias a la lucha de las/os vecinas/os del barrio para
decir nunca más y poder transmitir desde allí los valores de
la democracia- no pueden tener como límite a una calle que
lleva el nombre de un represor.
Haré una breve reseña
de quien fue el Coronel Ramón L. Falcón:
Ramón Falcón es un
personaje siniestro en la historia argentina que inaugura
una practica represiva que iba a tener continuidad hasta
alcanzar niveles de perfeccionamiento homicida con la
formación del terrorismo de Estado: R. Falcón se inscribe
entre los precursores de este largo proceso.
Fue además un personaje
emblemático por que ilustró la parábola reaccionaria de la
generación del ’80, es un hombre de su época.
Nació en 1855, integró
la primera promoción del colegio militar fundado por Domingo
F. Sarmiento. Le tocó protagonizar la campaña del desierto,
siendo expedicionario, y en la frontera sur de Córdoba y
Buenos Aires combatió a los aborígenes.
Entre 1883 y 1887
estuvo a cargo del batallón “guardiacárceles”.
En 1890 fue tomado
prisionero por los revolucionarios del Parque comandados por
Leandro N. Alem.
En 1893 reprimió a los
revolucionarios como jefe político del Departamento de
Caseros en la provincia de Santa Fe, que se hallaba
intervenida.
En ocasión del
conflicto por la Federalización de la Ciudad de Buenos
Aires, se puso presto a las órdenes del Gobierno Provincial
que enfrentó al Presidente Avellaneda.
En 1902, también
durante el gobierno de Roca, se aprobó la 4144, infortunada
Ley de Residencia y Patronato, cuyo objetivo era expulsar a
los obreros anarquistas y socialistas inmigrantes, que se
encontraban en el país.
En 1906 fue designado
jefe de policía de la Capital, desde donde hizo su aporte a
los tristemente célebres “edictos policiales”.
Como coronel del
recientemente profesionalizado ejercito eligió ser “la bête
noir” de las organizaciones obreras, anarquistas,
socialistas y anarcosindicalistas.
Ejerció la persecución
de los militantes y activistas obreros e inmigrantes de “La
Semana Roja” donde murieron decenas de obreros.
Curiosa paradoja de una
generación que construyó “El Estado Moderno” con los
principios de la libertad, el anticlericalismo y la
secularización, y el fomento de las corrientes inmigratorias
para construir una nación sobre el desierto y que sin
embargo, tuvo entre sus integrantes o sus descendientes a
quienes promovieron la represión y la expulsión de
inmigrantes que culminaría inmediatamente después de la
muerte de Falcón aplicando la nefasta ley de Residencia y
Patronato.
Una frase por él dicha
a principios del siglo veinte corona y sintetiza el sentir
de este coronel: “estamos pasando de los malones indios, a
los malones rojos”. La barbarie de la represión desconoce la
razón de las palabras: aquí están los indicios de vida del
Huevo de la Serpiente, ordenó la represión en 1909, aunque
no había habido disturbios, porque los obreros no llevaban
la bandera argentina, llevaban la bandera roja”.
Veamos un relato del
pensamiento de aquellos obreros
Dicen así los obreros:
“Trabajadores: hoy más que nunca debemos demostrar nuestra
inquebrantable voluntad de dignificarnos y ser en la moderna
sociedad considerados como los más eficientes factores del
progreso y de la civilización, uniendo para ello todas
nuestras fuerzas, no dando un paso atrás y defendiendo con
tesón nuestros derechos desconocidos y vulnerados; la
debilidad de uno solo puede ser la ruina de todos; cuando
veamos un compañero tímido o vacilante, no lo precipitemos
con amenazas, antes al contrario, procuremos robustecerlo,
ayudarlo, levantarle el espíritu y ofrecerle los brazos
fraternales de sus compañeros en desgracia.
Hoy más que nunca
debemos demostrar nuestra cultura y educación, dejando de un
lado las violencias, no ejercitando coacciones, no usando ni
abusando de la fuerza: quede ésta como último síntoma de
falta de conciencia y de derechos para los patrones, los
que, como es público y notorio y en la actualidad sucede, en
cuanto son objeto de alguna justa petición por parte de los
obreros, creen divisar un alucinante espectro y recurren de
inmediato a las bayonetas, fusiles y uniformes; no han de
estar muy seguros de la justicia de su causa cuando a tales
procedimientos apelan. Opongámosle a la fuerza de sus armas
la fuerza de nuestros razonamientos, la limpieza de nuestros
procederes, la honradez de las acciones, y el triunfo será
nuestro”.
Simón Radowitzky, un
joven anarquista de 18 años atentó contra Ramón Falcón el 14
de noviembre de 1909, haciendo volar el carruaje de quien
como coronel y jefe de policía había cometido una cobarde
matanza de obreros que pedían las ocho horas de trabajo.
Inmediatamente una de las calles más extensas de Buenos
Aires, llamada Unión pasó a llevar el nombre del terrible
homicida, y para hacer perdurar el mandato se denominó
también así nada menos que a la escuela de cadetes de
policía. (Sic. O. Bayer)
Decir “De los
compañeros” es intentar humildemente ser la voz de esos
compañeros, ser la oralidad de esos otros ausentes, los
sobrevivientes del Olimpo, los organismos de derechos
humanos, las organizaciones barriales y todos/as quienes
queremos llamar de este modo a la calle. Los que llamamos a
gritos, buscando recuperar la experiencia colectiva de
aquellos hechos históricos, llamamos detrás del grueso telón
con que se pretende silenciar el castigo a las luchas y las
rebeliones más nobles, rescatar entonces estas experiencias
colectivas contraponiendo la verdad no oficial a la que
durante años y en rigor del bien nacional nos fue impuesta
como la historia oficial, la que mejor se ajusta a los
modelos de obediencia y acatamiento en el plano económico.
Denominarla “De los
compañeros” es saber que están todos: los obreros de la
Semana Roja, los obreros patagónicos, los intelectuales
solidarios con su causa y los anarquistas que fueron
“borrados del mapa” por los militares. Estos compatriotas se
harán presentes con justicia cada vez que nombremos con
honor y dignidad a la calle “De los compañeros”.
Dice Foucoult “Hacer
hablar a todo; hacer nacer por encima de todo, las marcas”.
Decir “De los
compañeros” da vigor al llamamiento de Verdad y Justicia.
La reparación es uno de
los pilares de la lucha contra la impunidad y es indisoluble
con la reivindicación de los valores de la dignidad humana y
la justicia.
La reparación, es a la
vez, un elemento de la verdad.
Hoy más que nunca
debemos construir nuevos relatos y para ello hace falta
voluntad, es imposible levantarnos y andar sobre nuestros
pies sin una relectura crítica, que implique signos visibles
y transmisibles, hay que hacer el esfuerzo, y cambiar el
nombre de ésta y otras calles de nuestra ciudad que no son
si no el ejemplo del vaciamiento de la verdad, de la
escritura apócrifa de una historia que nos negamos a seguir
reconociendo.
Y decimos con Osvaldo
Bayer: “Hay que ser bruto; por eso tenemos monumentos, y
calles en honor a estas personas (el coronel Falcón tiene la
segunda calle más larga de Capital Federal)”.
Por todo esto
consideramos que es de estricta justicia democrática dar una
vuelta de página sobre este capítulo oscuro de la historia
nacional.
Por lo expuesto,
solicito al señor presidente, la aprobación del presente
proyecto.