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72.-
Jorge
E. Fernández
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jorgeedufer@fibertel.com.ar
Cardozo 39
Nací en Floresta y viví en
Cardozo 39 durante 30 años.
Les envío una breve
narración de los picados que
jugábamos en Cardozo y la
vía. Espero les interese.
Con gran afecto por el
barrio: Jorge Eduardo
Fernández
El Negro Loaiza
El negro Loaiza llegó al
barrio una tarde cuando el
picado ya había empezado.
Jugábamos todos los días en
la cortada de Cardozo y la
vía. Se puso a mirar
esperando que alguno lo
llamara. Siempre faltaba
alguien para que quedara
parejo y así fue que entró a
jugar.
De entrada se movía con
cierta displicencia, como
quien no quiere la cosa. Se
mandó algunas gambetas para
mostrar que sabía. El equipo
para el que entró empezó a
tener afano, y así nació Oº;¤5ꥃâ¬ê3îiCØj5[öWz[m!Z·¸Ô‡]à½á ßmN£JÆ·ÄÑ‘´c¤”ÿ$bùŪHÊœp/Èg¨ì>\cèHŽñþ”n*i½áÁïDŽÞ
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El Negro estaba inspirado,
gambeteaba y me pasaba
bailando, y se reía para
adentro. Yo, cada vez lo
cruzaba un poquito más
fuerte, hasta que en una le
di de punta en la canilla y
le dejé marcadas con sangre
las rayas de las Flecha. El
Negro, tirado en el piso, en
vez de enojarse se agarraba
la pierna. La sangre roja en
la piel negra. Tal vez fue
ese día que descubrí la
inevitable paradoja de la
violencia, al sentirme tan
cobarde como idiota...
Nunca me había acordado del
Negro, ni siquiera en las
reuniones con los amigos del
barrio. Nunca me había
vuelto a acordar del Negro
hasta hoy. Se llamaba
Héctor, pero pocos lo
sabían. Era el Negro Loaiza.
No usaba zapatillas de
marca. En la calle sabía
hacer la suya pero arrugaba.
Su casa era muy rara, vivía
al fondo de una casa que era
de otro. Tenía una hermanita
y la quería mucho. La
llevaba a otra escuela, no a
la que yo iba, y a la que él
iba cada tanto.
Se fueron del barrio días
antes de que la demolieran.
Ninguno le preguntó a dónde
iba a ir a vivir. Después
volvió una o dos veces pero
no a jugar. Desde entonces
nunca más me había acordado
de él, hasta hoy, por esas
evocaciones de la vida.