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3.-
Esmeralda Müller
-
esmetico@hotmail.com
- Parte
V
Fernández y Bonifacio
Los chicos que concurían al
colegio de varones José
Enrique Rodó, a dos cuadras
de a Av. Olivera, cuyo
director era Pedro Inchauspe
(escritor), parecían
tener todos condiciones
artísticas, no sé, tal vez
fue la época, pero me
refiero a la facilidad de
hacer versos, a la inventiva
para poner sobrenombres, a
los cánticos en las murgas.
Cortese fue un gran cómico,
jugaba a la pelota con mis
hermanos, le decían el gordo
Humedad. Resulta que en lo
partidos llevaba a su
hermanito menor y lo dejaba
en el pasto, los demás
contribuían a cuidarlo
-"Che, gordo, tu hermano se
hizo pis",- no, es humedad,
decía el gordo para no
soltar la pelota, y le quedó
nomás ese apelativo.
Don José el rengo estaba
encargado de los jardines de
las casas baratas y los
chicos lo fastidiaban y
viceversa, le hicieron un
versito que aún recuerdo:
"Del pasto de los
canteros/de su ambiente en
la espesura/con su paso
retardado/se dibuja la
figura/de Don José el
encargado".
En cuanto a los remedios
caseros recuerdo las
"ventosas", las cataplasmas
de lino, las enemas. el
cedrón para las
indigestiones, la malva
"limpiame el pico para ir a
casa del tio Perico", la
cinta para los empachos y la
tirada del cuerito, la
espina colorada y el diente
de león para el hígado. A la
menor señal de fiebre ¡a la
cama y sin levantarse!.
Entonces el enfermo era
privilegiado con atenciones
especiales. A veces venían
las monjitas de "La
Asunción" a ayudar a los
enfermos. Con tanto trabajo
se le hacía imposible
atender las otras tareas,
que de por si eran
engorrosas: lustrar con
polvo limpiador cada uno de
los cubiertos (no existían
aún los de acero
inoxidable), amén de ollas,
sartenes y pisos. La untura
blanca y la barrita de
azufre reemplazaban a tanta
pomada hoy existente.
Los vendedores ambulantes
eran personajes apasionantes
para los chicos: el carrito
del heladero "Laponia",
luego el "Kadara" más al
alcance de las moneditas, el
pizzero de parque llevaba
sobre la testa un gran
fuentón de aluminio, le
compraban los varones.
No era nada recomendable
comer cosas que no había
hecho mamy, los restaurantes
no se conocían, si la
rotisería de Alberdi y
Olivera. ¡Qué olorcito a
chimichurri!, aún me parece
olerlo ("un perfume, un
sonido me desgarra y me
puede matar una guitarra"´-
Borges y yo-).
Eran famosas la torta de
ricota de la pizzería de
Rivadavia y Olivera y las
masas de "La Suiza".
Generalmente traídas por
alguien invitado a comer.
Nunca faltaba Héctor Bates
con toda su compañia. Luego
asistíamos al teatro Fénix a
verlo en "La Vendetta"y
escucharlo por radio en "Fachenzo,
el maldito" ¡tu-cu-tum! se
anunciaba con un galope de
caballos. Además papy era
amigo de Enrique Delfino yo,
solía atenderlo por teléfono
¡¡ y era muy bromista !!,
-¿Dónde está tu viejo,
cazando leones?, me
peguntaba. -¿Qué es ese
ruido?- estoy sentada en una
cama alcagüeta, le
comentaba, reía a más no
poder pensaba, ¿qué habré
dicho que se ríe tanto?...
Este correo me hace feliz me
enlaza con el tiempo en
Floresta, tiene mucho que
ver con los que hoy, mayores
son hombres de bien. Gracias
por publicarme.