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3.-
Esmeralda Müller
-
esmetico@hotmail.com
- Parte
IV
Fernández y Bonifacio
Cerca de casa estaba "El
Club de Pato" en el que
intervenían caballos
dirigidos por un tal
Gordillo Naón, detrás de las
casas baratas. Aún no
existía el complejo de
edificios, los primeros
asentados sobre Bonifacio y
Fernández.
Dentro de ese gran predio
funcionaba un "Club de Niños
Jardineros" al que
concurríamos todos los
chicos del barrio. Tenía una
foto de un diario de la
época llevando haces de
trigo. El encargado del
lugar hacía los surcos y
nosotros plantábamos.
También pelábamos arvejas,
cosechábamos, etc. Este
predio lindaba con el jardín
de infantes Sarmiento donde
mi amigovio de 4 años (Cacho
Castro) concurría. Éramos
inseparables, pero no lo vi
más al terminar el jardín.
Me pregunto, ¿se habrán
mudado?.
Pasó el tiempo, me casé y me
mudé a la calle Olivera 49
(edifico Roitman), frente a
la Pitman y a lado de una
zapatilleria. Mi sueño era
volver a comprar la casa de
mis viejos que se malvendió
en la época del "Rodrigazo".
El dinero al poco tiempo se
desvalorizó tanto que no
alcanzaba ni para adquirir
un televisor. Esto le costó
a mi papá un infarto masivo.
El que la compró hizo una
pileta en el fondo, la
señora, descalza, quiso
abrir la heladera y murió
electrocutada. Desgracias
imprevisibles...
Me recibí de maestra en
Mariano Acosta 95. Al lado
funcionaba el I.A.R. La Dra.
Bravlasky fue mi profesora,
con ella estudié durante 2
años el problema del niño
disléxico y la manera de
ayudarlos. Aprendímos el
trato preferencial y la
dedicación para con estos
niños, mal considerados o
tildados de "tontos" por esa
dificultad que padecieron
también Edison, Einstein y
hombres famosos de la
historia. Recuperé y hoy
sigo recuperando a muchos de
éstos niños. Ahora, ya en
Mar del Plata, me dedico a
escribir y soy miembro de la
Comisión Directiva de la
Sociedad Argentina de
Escritores y del Consejo
Municipal de Cultura, tareas
que realizo ad-honorem, y
con las que me siento útil y
acompañada.
Escribo poemas y cuentos
desde aquel entonces, cuando
me encerraba a leer en mi
retiro, subiendo los 19
escalones, en aquella
piecita soleada y pequeña.
Los felicito por refrescar
estas historias que se
desdibujan lentamente a
través del tiempo.