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3.-
Carlos Davis
-
(codavis@yahoo.com)
Fernández al 400
Nací en Floresta, en una
vivienda que formaba parte del
"Barrio de Casas Baratas"
como se lo conocía por
entonces. Viviendas de dos
plantas hechas para obreros
(en la década del 30) en un
"barrio alejado y en
crecimiento".
De los vecinos de la cuadra
recuerdo a Santín y Bartolo,
los cuales criaban palomas
mensajeras en su terraza.
Los pájaros daban vueltas y
vueltas sobre las casas de
la manzana hasta que el
agitar de una
bandera roja les indicaba
que era tiempo de "terminar
el paseo".
En carnaval se armaban
auténticas batallas de agua
entre los "grandes" de una y
otra vereda (los chicos
mirábamos). Ni bien caía
la noche los vecinos sacaban
las sillas a la vereda para
tomar el fresco, saludarse
de lejos y charlar de
cuestiones domésticas.
Alguna vez hasta se cerró la
cuadra para hacer un baile
popular. Los vecinos
pusieron altavoces en los
árboles y todo
el mundo se divirtió sin
problemas.
Eran épocas donde la gente
vivía sin tanto miedo, sin
tanta reja, con las puertas
entreabiertas en el verano
para que entrara "el
fresco".
Las fogatas de San Pedro y
San Pablo eran otro evento
que se repetía en varias
esquinas, alimentando el
fuego con las ramas secas de
los paraísos.
La iglesia (Virgen de los
Desamparados) no tenía
campanas, si unos altavoces
enormes por los que se
escuchaban grabaciones de
campanas llamando a misa.
Para las fiestas de fin de
año era costumbre que el
barrio entero se llenara con
los villancicos que salían
de los altavoces del
"campanario".
El Parque Avellaneda era el
paseo obligado de cada tarde
con mi abuelo Marcelino. En
aquella época no había
autopista y la Perito Moreno
era una avenida enorme de
mucho tránsito.
Para ir al cine no había que
viajar hasta el centro. El
Gran Rivadavia y el Fénix
estaban a mano. Eran épocas
de cine continuado y de dos
o tres películas por
"función".
"El Olimpo" de Ramón Falcón
y Lacarra apenas era una
inocente estación terminal
de colectivos desde donde
salía el "5". Mi
viejo y me abuelo habían
visto salir de allí a los
antiguos tranvías.
A la vuelta de casa estaba
la "Escuela Profesional de
Mujeres" (hoy ET Nº 8 "Paula
Albarracín de Sarmiento"),
en la casona que
perteneciera a los Olivera y
que se conoce, aún hoy, como Villa
Ambato. A un par de cuadras
estaban otras dos escuelas
Técnicas, "El Saavedra" y
"El Calviño" que habían sido
inauguradas en una época en
que el proyecto de país
pretendido estaba apoyado en
el desarrollo tecnológico y
en la inclusión social. Las
máquinas de coser "Evita"
que se fabricaban en el
Calviño eran luego
repartidas por la fundación.
No había subsidio, ni
planes, sino trabajo. Como
alguno diría hoy: "te daban
la caña y no el pescado".
El fútbol también estaba
presente. En casa éramos de
Vélez y de All Boys. En los
sábados la radio sonaba
acompañando a la merienda,
y los domingos (cada quince
días en realidad) íbamos al
José Amalfitani (que por
aquel entonces aún no tenía
impuesto el nombre) a ver a
al Fortín.
Cuando me preguntaban ¿dónde
vivís?, decía, obviamente,
en Floresta. Todos los
vecinos nos sentíamos
habitantes de La Floresta,
aunque después, los que
gustan de cortar la torta en
porciones pequeñas, nos
contaron que estábamos fuera
de los límites del barrio
que reconocíamos como
propio. Mas allá de esto, y
transcurridas varias décadas
de la exclusión inconsulta,
cuando a aquellos vecinos se
les pregunta ¿dónde vive
usted?, la mayoría sigue
diciendo lo mismo,
obviamente, en Floresta...