LA LEGISLATURA LE
OTORGÓ UNA DISTINCIÓN
María Inés Mato
"Deportista Destacada"
23/06/2006
- La Legislatura de la Ciudad autónoma de Buenos Aires
distinguió a la nadadora María Inés Mato con el apelativo de
"Personalidad Destacada del Deporte". La nadadora cuenta,
entre otros logros, el haber cruzado el Estrecho de
Fehmarnbelt del Mar Báltico en julio de 1999, entrando en los
récords del Guinnes por hacerlo en poco más de 11 horas.
Hija de padre español y madre argentina, nació en la Capital
Federal el 3 de marzo de 1965 y buena parte de su vida se la
pasó yendo y viniendo entre su Floresta natal y Mar del Plata.
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A la edad de 4
años, María perdió parte de su pierna derecha en un accidente
de colectivo, dos años después aprendió a nadar. "Estos logros
conquistados con sacrificio merecen el reconocimiento de este
Cuerpo (La Legislatura Porteña) a efectos de incentivar con
este ejemplo a todos los jóvenes que desean iniciarse en el
deporte". |
En los fundamentos de la
distinción seguimos leyendo: Estudió Letras en la UBA y fue
profesora de Semiología en el Ciclo Básico Común de la misma
Universidad. Ese fue el único lapso en que se dio cuenta que
le estaba faltando el agua como medio para sentirse a gusto y
como elemento en el cual desarrollarse. En una nota que le
hiciera la revista “Viva” del diario “Clarín” del domingo 12
de marzo del corriente, Mato señala: “Lo que produce el agua,
el desplazamiento, el hecho de que es otro espacio, de que
funcionan otras leyes, de que no hay ley de gravedad”.
Entonces, en 1992 comenzó
una nueva vida para ella. Después de idas y vueltas entre Mar
del Plata y Buenos Aires, y de nadar en algunas carreras
cortas de 4.000 y 5.000 metros, la invitaron a participar de
una competencia en el Río Paraná, en San Pedro. “Era la
primera vez que nadaba en el río –recuerda en “Viva”– y me
fascinó. La textura del agua, la corriente, el paisaje, la
velocidad del río, los reflejos del sol. Me di cuenta que
realmente era un lugar en el que yo quería estar. Entonces me
prometí que eso era lo que quería hacer toda mi vida.”
A esa altura, ya había
recibido la propuesta de hacer el cruce del Canal de la
Mancha, que en un primer momento desestimó y luego de
estudiarlo, leer el relato del primer cruce realizado en 1875
y los problemas de las mareas, la distancia, etc. Decidió
hacerlo luego de ponerse en contacto con Claudio Prit,
cuádruple campeón mundial de aguas abiertas y encargado de
llevar a nadadores de todo el mundo al Canal de la Mancha. Era
1995, y entre ambos llegaron a la conclusión de que debían
hacerlo en agosto de 1997 para tener dos años y medio de
entrenamiento intensivo. En ese momento abandonó los trabajos
y se dedicó de lleno a la natación gracias a una plata
ahorrada y logrando una beca en el Cenard, que consistía en
que vivía allí y podía utilizar la pileta olímpica.
En una entrevista
realizada por el diario “La Nación” el 5 de marzo declaraba
que: “El agua fría es un problema, no una barrera absoluta. A
mí me maravilló la primera vez que tuve contacto con el agua
fría. Fue en octubre del 95, en Mar del Plata. Mi único dato
era que tenía que estar en movimiento todo el tiempo. Aquella
vez tuve una sensación de calor y de abrigo como nunca había
sentido en mi vida.”
Finalmente, el 25 de
agosto de 1997, con 32 años -según ella, la edad ideal para
hacerlo- nadó 48 kilómetros desde Dover, Inglaterra, hasta
Wissant, Francia, en 12 horas y 48 minutos, y logró lo que
hacía tres años parecía irrealizable. Sin embargo, antes de
cruzar el Canal de la Mancha, ya había decidido que una vez
que terminara, dejaría de nadar por todos los sacrificios y
dificultades propias de la preparación, y además, “porque era
parte de la vida, no era mi vida la natación”.
Pero fue su entrenador,
Claudio Prit, quien luego de arduas peleas y discusiones la
convenció finalmente de que su carrera como nadadora no
terminaba allí. María Inés aún no había sentido el frío, algo
para lo que se había preparado especialmente. Por otro lado,
sabiendo que dejar de nadar no iba a ser nada saludable para
su organismo, Mato buscó sustituir esa plenitud que sentía en
el agua en experiencias meditativas. Eso fue clave para el
momento de decidir continuar nadando y especializarse en aguas
frías. Nadar se convirtió para Mato en “un aprendizaje, una
manera de estar en el mundo separada de tanta alienación
cotidiana, consumista.”
Así es como en julio de
1999 cruzó el Estrecho de Fehmarnbelt del Mar Báltico, y entró
en los récords del Guinness por hacerlo en poco más de 11
horas. En agosto del año siguiente, nadó durante casi 9 horas
alrededor de la Isla de Manhattan, cuando todavía estaban las
Torres Gemelas. En ninguno de los recorridos la temperatura
del agua bajaba de los 15 grados, pero el frío seguía sin
aparecer.
Entonces apareció la idea
de cruzar el Canal de Beagle. Allí investigó acerca de las
tribus Yamanas que vivían en el Canal: “Eran tribus canoeras
donde sólo las mujeres tenían la habilidad de nadar, y nadaban
desnudas”, dice, y comenzó a entrenarse en el lago Argentino,
en Calafate, y en el Beagle después. Evidentemente el agua
fría era su hábitat.
En 2003 subió aun más la
apuesta y nadó en la pared sur del Perito Moreno, y el
Ventisquero Negro en Bariloche, en enero de éste año (en aguas
a 0,8 grados).
En ese año surgió una
idea que la atraparía y sería el hasta ahora punto más alto de
su carrera: nadar en la Antártida. Con profesores
especialistas en el área de salud de la Secretaría de Deportes
comenzaron a investigar por qué fisiológicamente su cuerpo era
resistente al frío, no producía hipotermia y como era que su
temperatura corporal subía después de nadar en aguas tan
frías. Gracias al apoyo de Claudio Morresi, secretario de
Deportes de la Nación, y a Mariano Mémoli, Director Nacional
del Antártico, logró armar un proyecto triple, que era
deportivo, científico y documental, ya que desde hace un
tiempo venía trabajando con el actor Boy Olmi en un proyecto
de este tipo para registrar los lugares en los que Mato
nadaba.
Finalmente, el 6 de
febrero de 2006 nadó 20 minutos en aguas de la Antártida, con
temperaturas que oscilaban entre 1 y 1,8°. El doctor Néstor
Lentini, del Cenard, quien la acompañó a la expedición,
comenta que tuvieron la posibilidad de controlar su
temperatura interna gracias a que ella ingirió una cápsula con
un sensor térmico. “Eso emite una señal y nosotros desde
afuera registramos esa temperatura, señala Lentini, lo que nos
permitió observar cómo se comportó su cuerpo durante el nado y
después, en la recuperación.”
Su próximo objetivo es
realizar el cruce entre las Islas Gran Malvina y Soledad,
distantes a 6 kilómetros una de otra. Ella tiene en claro que
Malvinas “no es solamente ir a nadar (…) es históricamente la
condensación de que los argentinos nos tenemos que resolver a
nosotros mismos. Por supuesto no tiene que ver con la guerra,
sino con el gran desafío de cómo se puede recuperar eso por el
diálogo, pacíficamente. Es el gran desafío a la inteligencia,
a respetarnos.”
Cuando se le pregunta ese
sería el broche de oro a una carrera excluyente en la natación
de aguas abiertas ella lo ve como una posibilidad, “pero este
último tiempo apareció una utopía. Cuando América latina
madure, se integre, se proyecte solidariamente y se mire a sí
misma en serio, uno de los símbolos de esa maduración va a ser
que Bolivia recupere su salida al mar. Mi utopía es que
Bolivia recupere su salida al mar. Y yo voy a nadar en aguas
bolivianas.”
A pesar de haber sufrido
la amputación de una pierna y haber cruzado el Canal de la
Mancha, el Mar Báltico, la Isla de Manhattan, el glaciar
Perito Moreno, el estrecho de Gibraltar o la Antártida, Mato
dice que no se siente un ejemplo. "Si hay algo que yo
quisiera, es abrirle la cabeza a alguien, que se quite las
estructuras". Y justamente cuando se le pregunta por la pierna
que pedió, comenta: “Yo nado con todo, no sólo con todo mi
ser, sino con todo el espacio al que puedo abrazar. Por lo
tanto, que me falte una pierna no es condición de
imposibilidad de nado.”
"Por todo lo expuesto
aspiramos a la aprobación de esta iniciativa", concluía la
fundamentación presentada por el diputado La Porta.
La Floresta se adhiere
con fervor y alegría a este tributo que no hace más que
reconocer los méritos de una persona que ante la adversidad
potenció sus virtudes, gambeteándole insolente a la desazón y
al abatimiento, apuntando su corazón hacia la meta con una
testarudez digna de encomio...
Carlos Davis