DARÍO GARCÍA,
JUEZ DE LINEA INTERNACIONAL
De Floresta al
mundial
14/08/2006
- El mundial de fútbol
que se disputó en Alemania en junio pasado dejó en el ánimo
de los argentinos un sabor agridulce. Sin embargo hubo tres
de los nuestros que descollaron en lo suyo aportando su
presencia en la final tan esperada: la terna arbitral que
liderada por
Horacio Elizondo tenía al vecino de Floresta
Darío García por lineman, se transformó en un factor de
orgullo nacional para los que seguían el mundial por los
diarios o la TV. Conozcamos pues la historia de este hombre
que supo dedicar su vida a Dios, al fútbol y a los hermanos
necesitados de las villas y barrios carenciados
 |
La relación de
Darío García con el deporte se inició en su juventud, ya que
por aquellos años pretendió convertirse en jugador de fútbol
en su San Guillermo natal. Aunque quizá por falta de talento
para la gambetas o por afinidad real con el arco, terminó
vistiendo la camiseta número 1 de la primera división del
Club Unión de San Guillermo. |
Luego de la fractura en
un brazo y de una larga convalecencia dejó para siempre el
oficio de "guardameta".
Entonces llegó la
opción por el arbitraje. En ese tiempo García era empleado
en el estudio jurídico de Tucho Parola, el abogado de mayor
renombre del pueblo y hermano del ex ministro de Salud de la
provincia de Santa Fé Carlos Parola.
Esa zona de la
provincia de Santa Fé donde vivía (cercana a la frontera con
Córdoba y Santiago del Estero) era especialmente buena para
desarrollar su trabajo arbitral ya que no había abundancia
de jueces. Corría la segunda mitad de la década del 80.
Durante el día era empleado en el estudio jurídico y
arbitraba los fines de semana o algunas noches en época
estival.
Arbitraba en los
torneos organizados por la escuelita del pueblo y también en
las distintas colonias. Darío García comenzaba a tener
cierto renombre en Mackinley (Santiago del Estero), La
Sarita y Campo Burket, entre otras. Esas “colonias”, que son
apenas un nombre en el mapa porque el poblado como tal no
existe, consisten de una escuela rural, la capilla, la
cancha de fútbol con iluminación nocturna y algún
destacamento policial en ciertos casos.
No es fácil ir a
dirigir a esos lugares, en especial cuando se sacaba alguna
tarjeta roja y la separación entre la hinchada y el campo se
reducía a un par de alambres y algún que otro policía.
Fue la voluntad de
progresar, de cambiar de aire, que llevaron a Darío y su
familia a mudarse a Rafaela, donde además de trabajar en el
Poder Judicial arbitraba en ligas regionales de mayor
jerarquía.
Con tesón, esfuerzo y
perseverancia fue progresando en esta carrera incierta y
azarosa que lo ubicó nada más y nada menos que en la primera
división y en el Mundial Sub 17 de Nueva Zelanda en el año
1999.
LLegó con su familia a
Buenos Aires respondiendo a un contrato que le aseguraba
trabajo por dos años en el referato, siendo el barrio de
Floresta fue su nueva casa.
En Floresta estudió en
el seminario Bautista donde recibió el llamado pastoral.
Esta fe le permitió realizar una acción pastoral muy
vinculada a la acción social. García trabaja con los
detenidos de la Unidad Penitenciaria 25 de La Plata.
Darío García, como es
de imaginar, recibió propuestas económicamente tentadoras
luego de su destacada actuación en el mundial. Y aunque aún
no las ha respondido no sería de extrañar que por esta vez,
o a partir de ahora, prefiera dedicar su tiempo al trabajo
con aquellos que realmente necesitan de una mano amiga, de
un semejante que los contenga, de un hermano que los escuche
y los aconseje.
Para Darío García el
trabajo más comprometido es el que está por venir. El de las
villas, los hospitales, las cárceles y los barrios
carenciados. En esos lugares, más que en las canchas, la
figura de un hombre justo está siendo deseada, agradecida,
reclamada.
Carlos Davis