abrió sus
puertas en el Parque de la Memoria la muestra "Escala 1:43"
Juguetes y
memoria
15/08/2022
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"¿Los viste en la calle? Son igualitos a los de
verdad", se lee en un antiguo afiche publicitario de los
años 70 que promociona los autitos de juguete Duravit: un
Ford Falcón verde, sin patente, a escala y de escalofriante
parecido con los reales, tan solo uno de los múltiples
objetos exhibidos en la muestra "Escala 1:43. Juguetes,
historia y cultura material" que abrió sus puertas en el
Parque de la Memoria y que busca trazar un paralelismo entre
la historia argentina y los juguetes que se vendían en cada
época del país. La muestra se podrá visitar hasta el 6 de
noviembre en la Sala PAyS (Presentes, Ahora y Siempre) del
Parque de la Memoria ubicado en la Costanera Norte del Río
de la Plata.
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En 1950
existía en la Argentina un popular juego de armar, para
construir modelos de casitas, de encastre, con diferentes
piezas de madera y cartones gruesos. Se llamaba "El
constructor infantil" pero en pleno gobierno de Juan Domingo
Perón aquel juguete para niños llevaba un pequeño subtítulo,
entre paréntesis: "privilegiado". |
Al igual que
otros juegos de la década del 50 fabricados en el país como
"Mejor que decir es hacer", "Troncolandia" (inspirado en los
paisajes de Bariloche, invitaba a construir cabañas y
pueblos alpinos) o "El experto mecánico", "El constructor
infantil (privilegiado)" era un juego de bloques que cobró
un sentido político durante el peronismo, en coincidencia
con el auge de la industria local. Animados por la idea de
construir una nueva Argentina, algunos de estos sets fueron
repartidos por la Fundación Eva Perón, tal como muestran
varias fotografías del recorrido.
Representaban una
"metáfora de la construcción, del progreso, del crecimiento del
país" y "los juegos de construcción se volvieron muy populares",
se puede leer en el texto de sala de la exposición curada por
Jordana Blejmar, Natalia Fortuny y Martín Legón, que va desde el
peronismo a los años 90 y que traza su recorrido desde el
interrogante "¿Puede un juguete convocar nuestra historia?".
"La muestra da
cuenta de la infancia también como sujeto político. En las
estampillas que Evita mandaba por correo con estos juguetes se
puede leer 'Para mis pequeños descamisaditos", cuenta el artista
y curador Martín Legón durante la recorrida para prensa por el
espacio.
Un dato tal vez
menor, pero elocuente y notorio, es que en estas publicidades de
la época niños y niñas juegan, indistintamente, con bloques de
construcción. Sería en los 70 recién cuando comienzan a
extenderse las publicidades sexistas, que asignan roles según el
género y no antes. "Las publicidades de esa época eran unisex,
algo que se comienza a perder en los años 70", señala Jordana
Blejmar.
Incluso en este
período aparece un juguete que causó furor entonces, "Los
temerarios", una serie de muñecos articulados -marinero,
militar, buzo- inspirados en el Gi Joe norteamericano y que se
promocionaba en jugueterías como "el primer juguete exclusivo
para varones". Así, los juguetes comienzan a imaginar dos mundos
diferenciados: futuros varones trabajadores y futuras amas de
casa.
La muestra en el
Parque de la Memoria -aunque es posible decir "muestrón"- es tan
reveladora como contundente: ¿qué dicen los juegos, juguetes y
artefactos lúdicos de cada época de la Argentina? Pero no sólo
de elementos antiguos, ejemplares de juguetes, afiches
publicitarios, dibujos animados y fotografías se compone este
recorrido, sino también a través de obras de artistas que
incluyeron este tipo de objetos en sus creaciones, como
Albertina Carri, que reconstruye en video la desaparición de sus
padres con Playmobils, o León Ferrari, de quien se exhibe,
detrás de una vitrina, una figura de Jesús a bordo de una moto
de policía de juguete, bajo el título "Jesús va al cielo", de su
serie "Juguetes intervenidos". Pero también hay obras de Adrián
Villar Rojas, Feliciano Centurión y Santiago Porter, entre
otros.
Otro juego de
mesa, "El estanciero", se populariza en la Argentina en
coincidencia con la celebración oficial del centenario de la
llamada Conquista del desierto; una contienda con un claro
objetivo: acumular la mayor cantidad de tierras y de dinero
posible. A lo largo de la partida hay que comprar una a una las
zonas para conseguir provincias enteras y, una vez completas,
agregarles chacras o estancias, que aumenten el valor. "Es un
juego que ya no habla de la conquista de la tierra sino de ser
dueño de toda la cantidad posible", dice Natalia Fortuny,
curadora.
Pero los juegos
también dan cuenta de cómo los éxitos y fracasos de las empresas
de juguetes están ligados a los vaivenes políticos y económicos
del país: basta ver el área de la muestra dedicada a los años 90
y las consecuencias del neoliberalismo y el consumo. En una
televisión en la sala se muestra un canal de cable de
programación infantil de aquella década, donde las publicidades
son de una única empresa extranjera, tandas filmadas en otro
país y dobladas al español. No hay más opciones para el pequeño
espectador en ese lapso comercial. Ya no se fabrican
prácticamente juguetes en Argentina.
La exhibición es
el resultado de una investigación de largo aliento en la que los
juguetes son analizados no sólo como objetos lúdicos sino
también como parte fundamental del patrimonio cultural: son
documentos históricos, íconos de época, dispositivos de ficción.
El recorrido que
llega hasta los 90 -donde el arte se alza como un espacio de
encuentro colectivo- comienza en los años 40 durante el
peronismo, con bloques y juegos de construcción propios de ese
período, para continuar con la irrupción de la dictadura, que
pone en primer plano la violencia política, lo que se traslada a
los juegos de mesa de guerra y a los muñecos que evocan lo
traumático y lo siniestro: espectros, dobles, desaparecidos.
Un punto aquí es
necesario para destacar una publicidad estremecedora, otra vez,
de los autos Ford Falcon, esta vez, los verdaderos, colocada
justo al lado de su pequeña réplica ¿lúdica? -hecha a escala
1:43-: el afiche publicitario reza "Ford Falcon. El valor de lo
probado" junto a la imagen de una silla Thonet, un modelo
"clásico" pero la silla está vacía. Ninguna persona aparece en
el encuadre. "Es increíble la cantidad de espacio vacío que
dejaron", exclama Legón sobre esa elocuente ausencia. El auto en
miniatura de la marca nacional Buby se vendía en las jugueterías
argentinas mientras el modelo original devenía símbolo del
accionar dictatorial y la compañía automotriz exhortaba en sus
publicidades a "mantener el país en marcha".
"El juego de la
democracia" en 1987 -donde cada participante está al frente de
un partido político que debe ganar las elecciones-, el TEG
(Táctica y estrategia de la Guerra), las revistas Billiken y
Anteojito, colectivos de línea en miniatura, aviones para armar,
el dibujo animado Casimiro (un monstruo peludo y naranja que
cantaba canciones de rock) o La república de los Niños también
tiene mucho para decir sobre la historia del país, tal como
revela este conjunto.
No hay una mirada
nostálgica ni melancólica hacia el mundo perdido de la infancia
en esta exposición organizada a partir de la idea de escala:
justamente toma su título de las proporciones de una de las
piezas en exhibición.
El recorrido
finaliza en los años 90 y su atmósfera: un peculiar tono de fin
de fiesta, la contundencia de las políticas neoliberales de
consumo y exclusión, y el abrigo del arte como espacio de
encuentro colectivo.
La muestra se
podrá visitar hasta el 6 de noviembre en la Sala PAyS
(Presentes, Ahora y Siempre) del Parque de la Memoria -
Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, en avenida
Costanera Norte Rafael Obligado 6745, con entrada libre y
gratuita.
Mercedes Ezguiaga
Fuente:
Telam