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en el día de ayer, 22 de noviembre, se festejó su día

Día de la flor nacional: el Ceibo

23/11/2021 -  Seguramente la mayoría de los argentinos sabe que el ceibo es nuestra flor nacional, lo que quizá no tantos conozcan es que tiene su día, el 22 de noviembre. La flor de ceibo fue declarada "Flor Nacional Argentina" por Decreto Nº 13.847 del 22 de diciembre de 1942. Previamente había sido seleccionada la magnolia, pero luego fue descartada debido a que es una especie exótica, no autóctona de la Argentina. El ceibo, también denominado seibo, seíbo o bucaré, es una especie originaria de América, especialmente de la Argentina (zona del Litoral), Uruguay (donde también es flor nacional), Brasil y Paraguay. Crece en las riberas del Paraná y del Río de la Plata, aunque se la puede encontrar también en zonas cercanas a ríos, lagos y pantanos.

Su madera es de tonalidad blanca amarillenta y muy blanda, se utiliza para fabricar artículos de peso reducido. Sus grandes flores de color rojo son usadas para teñir telas, aunque por su vistosidad cumplen también una función ornamental, razón por la cual se la encuentra cultivada en paseos, parques y plazas.

Según la botánica, su nombre genérico es Erythrina, de origen griego (de la voz erythros que significa rojo). Su denominación específica es crista-galli, que en latín alude a la cresta del gallo, también por la semejanza de ésta con el color de las flores.

Su altura oscila entre los 6 a 10 metros. De fuste tortuoso y poco desarrollado, su corteza es de color pardo grisáceo, muy gruesa y muy rugosa, con profundos surcos. Florece entre los meses de octubre hasta abril, en forma de inflorescencia arracimada.

La leyenda de la flor del Ceibo

Esta vez no vamos a contar la historia de la princesa más hermosa, sino la de la más valiente. Así era la indiecita Anahí, pero nadie lo sabía porque no era necesario saberlo. Los guaraníes vivían en paz. Lo que todos conocían de Anahí era la belleza de su voz, con la que cantaba canciones de amor y alegría. Entonces, llegó el hombre blanco. Trajo la destrucción y la guerra. Los españoles estaban decididos a apoderarse de todo y comenzó la lucha. Emboscados en las orillas del Paraná, los guerreros aborígenes atacaban a los españoles. Anahí conducía a su tribu. Su voz maravillosa cambió las canciones de amor por cantos de guerra. Ella también luchaba como un valiente más. Atrapar a esa mujer india, cuya voz enloquecía de valor a sus guerreros, se volvió importantísimo para los españoles. Y finalmente, en una batalla, lo consiguieron. ¡Anahí había caído prisionera!

Esa noche, después de horas de luchar con sus ataduras Anahí logró soltarse. ¡Estaba libre!. Intentó correr hacia el monte, hacia la libertad. El centinela que la custodiaba la persiguió y cayó sobre ella. El ruido de la lucha había despertado a los demás y entre varios consiguieron atraparla de nuevo. Los españoles no podían aceptar que una débil mujer hubiera sido capaz de escapar sin ayuda. ¡Solamente una bruja podía haber logrado algo así!. Y a las brujas se las quemaba en la hoguera. Anahí fue condenada al fuego.

El día señalado la ataron a un árbol y apilaron leña a su alrededor. Todos los soldados se reunieron para ver el espectáculo. Se encendió la hoguera. Entonces, en lugar de gritar y aterrarse ante el fuego que la cercaba, la valiente princesa empezó a cantar. Los españoles no entendían las palabras, pero no pudieron dejar de sentirse conmovidos ante la dulzura de esa voz. Anahí cantaba a su tierra, a sus guerreros, a sus dioses a todo lo que amaba y conocía y las llamas, en lugar de atrapar su cuerpo, parecían bailar al compás de su melodía. Mudos de asombro, los españoles se dieron cuenta que el fuego nunca quemaría a la princesa india. Rodeando el cuerpo de la mujer, pero sin tocarlo las llamas subían hacia las ramas del árbol. Una extraña magia sucedía ante sus ojos. De pronto, una nube de humo cubrió la escena. Cuando la nube se disipó, la princesa india no estaba allí. Él árbol, transformado, se había cubierto de bellísimas flores rojas y aterciopeladas.

Había nacido la flor del ceibo.

Ahora Anahí era eterna y ya no podrían vencerla jamás. En cada árbol de ceibo, nacía una y mil veces, para siempre, el recuerdo de la princesa india, la más fuerte de su tribu.

Nota: Flor Del Ceibo de Shua Ana Maria, en Colección Leyendas Latinoamericanas, de Editorial El Gato de Hojalata (2012)

 Carlos Davis

Fuente: Argentina.gob.ar - Prensa Gobierno CABA

29 de Agosto
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