La hipertensión arterial
también puede ser causante
de insuficiencia cardíaca,
fibrilación auricular,
enfermedades de la aorta y
arterias periféricas,
insuficiencia renal y
retinopatía.
Su prevalencia impacta negativamente en la
mortalidad total, en la discapacidad y en los costos
sociosanitarios. En términos de muertes
atribuibles, la HTA es responsable del 19% de todas las
defunciones a nivel mundial, 10.455.000 defunciones en el
año 2016.
En nuestro país, según la 4ta Encuesta Nacional de
Factores de Riesgo (ENFR), el 46,6% de los encuestados
padece hipertensión arterial, condición silenciosa
que representa una de las principales causas de muerte.
Si bien la edad es la principal condición asociada al
desarrollo de HTA, factores de riesgo como el
sobrepeso/obesidad, el tabaquismo y fundamentalmente
el elevado consumo de sodio en la dieta, incrementan la
probabilidad de desarrollarla y plantean el desafío de
combatirlos mediante políticas públicas que regulen entornos
y favorezcan hábitos saludables.
En todo el mundo se consume mucho más sodio del necesario
para la actividad fisiológica. En muchos casos, la ingesta
supera ampliamente la recomendada en la actualidad por la
Organización Mundial de la Salud (OMS): 2 gramos de sodio,
equivalentes a 5 gramos de sal –1 cucharadita tamaño té– al
día.
Algunos datos nacionales (4ta ENFR)
El 16,4% de la población indicó que agrega sal en sus
comidas después de la cocción o al sentarse a la mesa
(siempre/casi siempre).
En cuanto al indicador de uso de sal durante la cocción,
el mismo fue de 68,9%.
2/3 del consumo de sodio proviene de los productos
procesados o envasados y no de la sal agregada por el
consumidor.
Desde casa, podemos ayudar
Educando a los niños y creando un entorno propicio para
que adopten tempranamente una dieta baja en sodio.
Usando especias y hierbas aromáticas durante la
preparación de los alimentos, en lugar de sal y evitando
colocar saleros y/o aderezos en la mesa.
Limitando el consumo de alimentos procesados,
industrializados.
Priorizando la compra, preparación y consumo de
alimentos frescos: frutas, verduras, huevos, carnes,
almidones y legumbres.
Si bien la educación alimentaria es fundamental,
resulta insuficiente para revertir los patrones alimentarios
de consumo existentes en el país si no se acompañan de un
paquete de medidas regulatorias, de demostrada
efectividad, para facilitar una alimentación saludable, a
través de la regulación de los entornos y de los productos
que faciliten la adopción de hábitos alimentarios más
saludables.
Las medidas de salud pública para reducir el consumo
de sodio pueden incluir: el correcto etiquetado de
alimentos y productos, la educación del consumidor, la
actualización de las recomendaciones dietéticas nacionales y
la concientización de los fabricantes de alimentos para
reducir la cantidad de sal en alimentos procesados.
Lic. Constanza Echevarría
Fuente:
Prensa Universidad Austral