La obra se
desarrolló en un
predio de cuatro manzanas y media que queda entre las
autopistas Dellepiane, Perito Moreno, Cámpora y la calle
Lacarra. El proyecto tenía (al menos en los papeles) dos grandes ventajas:
descomprimir la terminal de micros de Retiro y generar una importante inversión en la
zona sur de la ciudad.
Sin embargo ahora
aparecen algunos otros
factores que parecen no
haberse tenido en
cuenta, como por
ejemplo: ¿cuántos
pasajeros estarán
dispuestos a "bajarse"
en dicho destino si la
zona no está muy bien
conectada con el resto
de la ciudad?.
El tema económico de las
empresas de transporte
tampoco es menor. Sus
costos aumentarían ya
que además de mantener
sus oficinas en Retiro
tendrían que abrir otras
en la nueva terminal,
con el consabido gasto
de alquiler y de
personal. A esto habría
que agregarle los
derechos de uso de las
dársenas y los peajes de
la autopista. Esto
terminaría afectando el
precio del pasaje,
encareciéndolo aún mas,
posicionándolo en un
peor lugar en la feroz
competencia que tiene
con el transporte aéreo.
A este escenario habría
que sumarle la aparición
incipiente en escena de
las compañías aéreas low
cost.
Un
inicio conflictivo
La obra (cuyo
costo ascendió a U$S 30.000.000) se inició con
una gran polémica y hasta
denuncias judiciales. Ocurre que el Gobierno porteño
le concedió la construcción de la obra y la explotación del
nuevo edificio por 18 años a Néstor Otero, el operador de la
terminal de Retiro, quien está procesado por el supuesto
pago de dádivas a Ricardo Jaime, el ex secretario de
Transporte.
Otero, además,
tiene la concesión de varias terminales del interior,
como las de Mar del Plata y Santiago del Estero. "Sobran
motivos para desconfiar si tenemos en cuenta que será
operada por la misma gente que desde 1993 tiene a su cargo
Retiro, que se encuentra en un lamentable estado de
abandono", afirmaron en CELADI.
Esta mala
relación existente entre las empresa y Otero, sumada al
incremento de costos que traería aparejado el uso de la
nueva terminal, provoca incertidumbre en cuanto a la fecha
en que se inauguraría formalmente la obra.
La idea sigue
siendo la de descomprimir la terminal de Retiro derivando un
35 % de los servicios hacia Parque Avellaneda, ya que es
cierto y evidente que aquella colapsa cuando en temporada
alta es demandada por 2.400 micros diarios.
A nivel
edilicio la obra estuvo bien pensada: es un edificio
moderno, con techo y paredes vidriadas que aportan una
abundante luz natural. Tiene un hall para los micros que
arriben y otro para las partidas. En todo el primer piso hay
lugar para boleterías, oficinas y locales comerciales.
Cuenta con 48 dársenas más un sector con paradas para 15
líneas de colectivos, 400 lugares para estacionar y hasta
está planeado extender la línea E de subte para facilitar el
acceso.
Pero lo cierto
es que hoy no cuenta con
la conectividad deseada
y que su inauguración y
puesta en marcha parece
no tener una fecha
asignada... Mientras
tanto, la dueña de Dellepiane,
la firma Terminales
Terrestres Argentinas, no sólo pagó la obra sino que ya empezó a abonar
a la Ciudad el canon de $ 6.000.000 trimestrales.