Según el Instituto Nacional
de Tecnología Industrial
(INTI), entre 2003 y 2012 la
producción aumentó un 50 por
ciento. Debido a esto y a la
desatención del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires
para con esta problemática
en la Ciudad, proliferaron
los talleres clandestinos y
la Trata Laboral. Podríamos
decir aun más: a la esposa
del ingeniero Mauricio
Macri, Juliana Awada, se la
vincula con este flagelo a
través de la marca que lleva
su apellido de soltera. Así
las cosas, y citando el
artículo del suplemento Cash
de Página 12 del 7 de junio
de 2015, podemos decir que
muchas marcas tercerizan
toda o gran parte de su
producción de manera
clandestina y luego ingresan
el producto terminado a su
planta, encubriendo la
operación y evadiendo de
este modo las
responsabilidades
patronales.
En la Comuna 10
La comuna 10 está “a la
vanguardia” de esta
problemática. Los talleres
clandestinos y la
explotación laboral se
encuentran mayoritariamente
en los barrios de Floresta y
Vélez Sarsfield. El entorno
de la Av. Avellaneda es la
zona más caliente por su
cercanía a los comercios de
esta avenida. Si bien ésta
siempre fue una zona
comercial, desde hace un
tiempo ya, su expansión
alerta a los vecinos: su
avanzada hacia Floresta
Norte es un hecho difícil de
frenar. En cuanto al
tránsito, semáforos y
señalizaciones no logran
ordenarlo. Los numerosos
ómnibus provenientes de todo
el país llegan a la zona
congestionadísima y se ven
obligados a estacionar
incluso a más de 15 cuadras
del área comercial. De
hecho, el Gobierno de la
Ciudad estuvo a punto de
permitir hacer una terminal
de micros comerciales en el
denominado Corralón de
Floresta (sobre la Av.
Gaona), lugar éste que está
destinado a un espacio
verde. Esta intentona fue
denunciada por diferentes
organizaciones políticas,
medios barriales y
nacionales, y gracias a esto
no prosperó. Pero la alerta
es permanente.
El Programa del INTI
Por otra parte, el INTI
dispone de un Programa de
Certificación para el sector
de indumentaria denominado
Compromiso Social
Compartido. Este programa
tiene como objetivo promover
y certificar, de manera
independiente, el
cumplimiento de los
requisitos definidos por
INTI para las empresas de
indumentaria, demostrando
que las actividades que se
desarrollan en este ámbito,
se realizan bajo condiciones
humanas, éticas, legales, en
condiciones seguras y
saludables para los
trabajadores y cuidando el
medioambiente. Este programa
es voluntario. Si bien el
Instituto promueve
activamente el Programa, y
como es de esperarse, es
casi nula la adhesión de
empresas textiles al
programa. Vale preguntarse
por qué esta norma no
promueve voluntarios para
tener el sello de calidad.
Pues bien, la empresa, entre
otras cosas, debería dar
cuentas de la calidad y
condiciones de su
producción.
Un proyecto de Ley
Ante la proliferación de
talleres textiles
clandestinos, y dada la
inexistencia de políticas
activas de la Ciudad en el
tema, es interesante pensar
en la posibilidad de que la
Ciudad pueda tener una
legislación que tenga este
sello de calidad como
requisito obligatorio para
poder producir.
Un proyecto de ley tal,
debería instar a la adhesión
al programa de certificación
que lleva adelante el INTI,
más la detección de los
talleres ilegales y el
incentivo a regularizar los
mecanismos de cómo y dónde
producen las marcas sus
productos. Por lo demás,
esta propuesta no es la
“solución” a la problemática
de la explotación laboral,
pero sí un paso adelante
para allanar el camino hacia
la protección de los
derechos de los
trabajadores. Un paso que
hay que dar.
Proyectar Polos productivos
Pero tender a la
erradicación de los talleres
no es el único paso. ¿Qué
ocurre con los trabajadores
y trabajadoras que se
desempeñan en esas
condiciones cuando un taller
de éstos se “desarma” por la
intervención de los órganos
de gobierno que tienen la
autoridad para hacerlo? El
siguiente paso, hay que
buscarlo en los ejemplos que
nos da la economía social.
La economía social se ha
fortalecido en la Argentina,
entre otras cosas, a través
de los Polos Productivos que
se distribuyen en todo el
territorio nacional, que
brindan trabajo a un millón
y medio de argentinos que
recuperaron la autoestima y
que a través de su trabajo
fortalecen el desarrollo de
las distintas localidades y
regiones de la Argentina.
Por caso, el 4 de diciembre
de 2007, se inauguró el Polo
Textil de Barracas donde
trabajan alrededor de 200
costureros que decidieron
realizar su oficio de forma
cooperativa luego de que los
talleres ilegales en que
eran explotados se
clausuraran. Este ejemplo
contrasta gravemente con la
situación en las zonas antes
mencionadas de Ciudad de
Buenos Aires
El emprendimiento de
Barracas contó con la
colaboración del Jefe de
Gobierno de la Ciudad de ese
entonces , Jorge Telerman,
junto al presidente del
Instituto Nacional de
Tecnología Industrial
(INTI), Ing. Enrique
Martínez, y el Ministro de
Trabajo de la Nación, Carlos
Tomada. El polo funciona
como un centro para el
desarrollo de la industria
de la confección textil y la
capacitación de trabajadores
provenientes de empresas
informales o clausuradas por
sus condiciones de
funcionamiento.
Está claro que no hablamos
de imposibilidad de acción,
sino de falta de voluntad
política para abordar una
problemática que se extiende
sin control. A nivel
comunal, tenemos la
responsabilidad de hacerlo,
de insistir, de proponer
políticas concretas para
garantizar los derechos de
los trabajadores y las
trabajadoras, en igualdad de
oportunidades y en
condiciones dignas. A nivel
nacional, contamos así con
el Ministerio Público Fiscal
que, a través de la
Procuraduría de Trata y
Explotación de Personas (PROTEX),
ha elaborado una base desde
2008, con datos de
investigaciones
preliminares, procesamientos
y sentencias en causas sobre
trata de personas, y que
destaca la necesidad de una
labor conjunta entre el
Estado y actores de la
sociedad civil.
La tarea es imperiosa,
porque la trata y
explotación de personas con
fines laborales no nos es
ajena y, en un mundo que hoy
por hoy está signado por una
indecible “crisis
migratoria”, es preciso dar
los pasos urgentes que
reclama tal situación.
Comencemos por casa.
Leonardo Farías