El Jacarandá se incorporó al
paisaje porteño hacia fines
del siglo XIX, en el
arbolado de calles y plazas
de Buenos Aires hasta el día
de hoy que forma parte de
alineaciones en las Avenidas
San Juan y Callao, en Plaza
de Mayo, Plaza Italia, Plaza
Seeber, El Rosedal, en la
Avenida Belgrano (que posee
un ejemplar particular, que
cada año florece sobre una
rama con flores blancas),
entre otras.
Jacarandá es un nombre de
origen tupí que significa
fragante. Nativo de la base
de las yungas o selvas de
montaña, en el noroeste de
Argentina (Tucumán, Salta,
Jujuy), es uno de los
árboles indígenas más bellos
de nuestro país.
Por las condiciones
climáticas que le ofrece la
ciudad en invierno,
distintas a las de su
hábitat natural, aquí pierde
las hojas durante la
primavera, justo antes de la
floración.
Tiene dos grandes momentos
de floración, uno con el
árbol sin hojas en noviembre
y el otro de menor magnitud
en febrero/marzo en latitud
Pampeana, de un color
indefinible entre lila y
celeste. Del néctar de sus
flores se alimentan
colibríes y aves, además de
ser también una planta de
hospedaje de mariposas.
Figura en la lista roja de
la Unión Internacional de
Conservación de la
Naturaleza (IUCN) como
"especie vulnerable" por el
avance de la agricultura en
su hábitat original.
La ciudad cuenta actualmente
con más de 11.000 ejemplares
de Jacarandá en el arbolado
de alineación, y alrededor
de unos 1.500 más en plazas
y parques, siendo la especie
de mayor presencia,
considerando al arbolado público,
y existen contingentes de
extranjeros amantes de estos
bellos árboles que vienen a
Buenos Aires cada año para
apreciar sus floraciones y
fotografiarlas.
Tan bello es el jacarandá
que hasta inspiro a la
poetisa Maria Elena Walsh
quien compuso una pieza que
es una de las más bellas
canciones, un clásico del
cancionero infantil.
Carlos Davis
Fuente: Prensa
Legilatura CABA - CEDOM