Un cuarto joven —Enrique
Díaz— pudo escapar de aquel
infierno.... Luego de la
represión de fines de 2001
los vecinos profundizaron su
nivel de organización,
llegando a conformar una
asamblea, y un artista del
barrio de Floresta, Roberto
Subi, propone la realización
de una escultura a la
memoria, que se emplazaría
en el Paseo de juegos La
Victoria; así la Asamblea
organiza, en el colegio
vecino al Corralón (Escuela
Primaria República del Perú)
dos muestras de arte y
concursos de escultura
“Crear para resistir”.
Con el asesoramiento del
maestro Antonio Pujía, la
colaboración de la artista
plástica y supervisora
escolar Eda Mendieta y el
acompañamiento de las madres
de Maxi, Cristian y Adrián,
se logra la participación de
numerosos artistas
plásticos, pintores,
escultores, fotógrafos, que
se comprometen con el
proyecto “en homenaje a los
tres pibes y en recordación
del suceso. Convencidos de
que el arte debe ser la
expresión liberadora del
pueblo y debe estar presente
“en los espacios de todos”,
para mantener viva la
memoria, contra la impunidad
y por justicia,…”.
Entre todas las obras
presentadas es elegida una
que consta de cuatro figuras
en hierro con ensambles de
cerámica de María Claudia
Martínez y Vero García.
El 29 de diciembre de 2004
se inaugura el monumento
“Los chicos de Floresta -
Sucesos 2001”.
Descripción del Monumento
Tres figuras se yerguen
pilares de la presencia de
los tres jóvenes asesinados
constituyendo el tema
fundamental de la obra que
busca reivindicar la actitud
vital de quienes murieron
injustamente en
circunstancias en que sus
vidas estaban en plenitud,
con todas las posibilidades
en potencia: el trabajo, la
procreación, la salud, el
goce, la creatividad, una
vida de ciudadanos.
La abstracción refuerza las
significancias, el sentido
colectivo de la muerte por
asesinato, por eso no hay
retratos posibles, ya que
representan a todo joven que
muere injustamente por
defender una postura frente
a la realidad de su tiempo.
Una figura femenina domina y
da unidad al grupo
escultórico, realizada
solamente en hierro para
diferenciar su carácter
simbólico y enriquecer
plásticamente el conjunto
con la transparencia de su
trama. Con sus manos
extendidas, pide y da,
propicia la reflexión. Una
mirada penetrante directa al
espectador propone verse,
ver la realidad y actuar en
consecuencia. En actitud de
rodillas representa a las
madres pidiendo justicia y
evoca a la Tierra-Patria que
se nutre a si misma de la
memoria colectiva para parir
una identidad. A su
alrededor descansan formas
escultóricas en cerámica
sugiriendo restos corpóreos
en la evolución dramática de
muerte por asesinato y el
dolor de lo que no pudo
ser...
Por lo ocurrido con nuestros
pibes... es que el pueblo de Floresta ha
decidido NO OLVIDAR, y cada
vez que la situación lo
permite grita su bronca a
través de distintas
manifestaciones pacíficas
pero contundentes, como esta
que hoy nos convoca.
Carlos Davis
Fuente:
Asamblea Barrial de Floresta - Notas de archivo
propio