La celebración es una
oportunidad para
encontrarse, para
compartir saberes, música,
comida y reflexionar por un
nuevo año proyectando
objetivos e ideales mientras
se espera la salida del sol.
Los pueblos aborígenes
celebran el nuevo año
reunidos alrededor de cuatro
fogatas, compartiendo
música, saberes, comida y
meditando en respeto a la
espera del Tata Inti para
iniciar hermanados y con la
fuerza del sol un nuevo
ciclo.
El origen de la fiesta
Los pueblos quechua, aymara,
kolla y mapuche celebran el
año nuevo en coincidencia
con el solsticio de
invierno, entendiendo esta
época como de renovación y
purificación.
Dentro del calendario
sacerdotal del mundo
incaico, las dos
festividades principales
eran el Kapac Raymi (fiesta
de la vida nueva) que se
celebraba en diciembre y el
Inti Raymi (fiesta del sol)
que se festejaba en el otro
extremo solsticial, el de
invierno.
La ceremonia principal del
Inti Raymi se celebraba en
la explanada de Sacsahuamán,
cerca de Cuzco. Era la
fiesta que se dedicaba a “Inti”,
dios del sol. Cuando el sol
salía, el Inca elevaba los
brazos y exclamaba “¡Oh, mi
sol! Envíanos tu calor, que
el frío desaparezca. ¡Oh, mi
sol!”.
Volviendo a la actividades
realizadas en la ciudad,
éstas recién empiezan a
hacerse públicas en el año
1992. Hasta ese momento las
ceremonias se llevaban a
cabo en el ámbito privado.
Por aquel entonces los
grupos aymaras recibieron el
ofrecimiento de realizar las
celebraciones en la
Reserva Ecológica,
prefiriendo sin embargo la
zona de la Plaza Grecia. A
partir de 1994 este grupo
organiza la celebración en
ese lugar.
Desde 2003 la Costanera Sur,
a partir del 2004 la Plaza
del Congreso, y en el 2005
el Parque Indoamericano
celebraron también el Año
Nuevo de los Pueblos
Originarios. Lo cierto es
que desde 1994 las
ceremonias se vienen
realizando con continuidad,
llegando a participar
hasta 1000
personas.
El sentido de la celebración
excede lo puramente místico
o religioso, ya que también
implica la difusión de las
prácticas culturales de los
pueblos originarios,
otorgándoles legitimidad y
fomentando el respeto
profundo por la naturaleza.
Carlos Davis
Fuente: Prensa
Parque Avellaneda