La primera puesta en
práctica de esta forma de
encarar los comicios se
llevó a cabo ese mismo año
en las provincias de Santa
Fe y de Buenos Aires dando
como principales
beneficiados al ala del
partido radical. Es por ello
que es elegido Elpidio como
diputado nacional por Buenos
Aires en 1912 y luego el
mismo cargo pero por la
provincia de Córdoba en
1916.
El primer presidente electo
por la “nueva” ley Sáenz
Peña, fue su gran amigo
Hipólito Irigoyen, quién lo
instó a formar parte de su
gabinete como Ministro de
Guerra hasta 1918, cuando
Elpidio paso a ser nombrado
Jefe de Policía de Buenos
Aires, cargo que ocupo hasta
1921.
En 1922 Hipólito
Irigoyen termina su mandato
pero impone como la fórmula
oficialista a la de Marcelo
Torcuato de Alvear
(presidente), y Elpidio
González (vicepresidente).
Tras derrotar al partido
conservador, el radicalismo
se impone nuevamente como
fórmula presidencial, pero
esta vez no sería igual a la
presidencia de Irigoyen.
Alvear era un radical que
se había criado en los
sectores mejor acomodados
económicamente de la
Argentina, eso hacia que
marcara su diferencia
ideológica con Hipólito,
ocasionando grandes
cruces entre Torcuato y su vice (nuestro protagonista)
González, dada su estrecha
relación con Irigoyen.
Al
término de su mandato,
volvió Irigoyen, nombrando a
Elpidio como su Ministro del
Interior (cargo ocupado
actualmente por Florencio Randazzo), aunque su trabajo
terminó el 6 de septiembre
de 1930 con el primer golpe
de Estado en Argentina,
producido por José Félix
Uriburu, argumentando
lentitud en las tomas de
decisiones del presidente.
González fue encarcelado dos
años hasta que llegó al
poder otro militar, Agustín
Pedro Justo que lo dejó en
libertad. Así fue que
Elpidio murió en la pobreza
sin el reconocimiento de los
ciudadanos, inclusive
cuentan que se sorprendió
cuando una mujer lo
reconoció mientras vendía
anilinas de la marca
“Colibrí” para ganarse la
vida. También cuentan que
sólo unas pocas personas lo
acompañaron aquel 18 de
octubre de 1951, día en que
muere
tras ser operado,
permaneciendo internado seis
meses por no tener hogar ni
nadie que se hiciera cargo
de él. Su
última frase fue:
"Deseo ser enterrado con toda
modestia, suplico con amor
de Dios la plegaria de
todos mis hermanos en perdón
de mis pecados y en sufragio
de mi alma".
Hoy
se lo homenajea por su labor
como indiscutible valuarte
de la democracia con una
calle, la “Elpidio
González”, que antiguamente
llevaba el nombre de “Indio“.
Rodrigo Marcogliese