CAUSA 1º CUERPO
DEL EJÉRCITO
El Olimpo del
horror
21/02/2010
- Los
testigos de los horrores cometidos durante la época más
tenebrosa de nuestra historia continúan desfilando por
Comodoro Py, en el barrio de Retiro, ámbito judicial donde
se investiga lo sucedido en la órbita del 1º Cuerpo del
Ejercito. Los testimonios de lo ocurrido en el circuito
Atlético, Banco y Olimpo se escuchan los lunes, martes y
miércoles de 9 a 17 hs en la sala de audiencias del Tribunal
Oral Federal Nº 2, la misma sala que investiga los hechos de
la ESMA. Como muestra de lo declarado vale reproducir el
testimonio de Agustín Guillén, sobreviviente del conocido
Olimpo.
|
Juan
Agustín Guillén padeció polio de chico, y por dicho motivo perdió parte de una pierna.
Desde entonces usa prótesis y muletas. En los años 70 fue
uno de los fundadores del Frente de Lisiados Peronistas (FLP),
la primera agrupación de discapacitados que participó de
movilizaciones apoyando una idea política. |
Guillén arrancó su testimonio
(que se extendió por casi dos
horas) con la imagen de su ex mujer, Mónica, embarazada de
cuatro meses, exactamente el 7 de diciembre de 1978.
“Ya
teníamos un hijo, Juan Pablo. Fuimos a la zona de Pacífico a
mirar regalos para navidad. En un momento, ella me dice que
tenía ganas de llamar a la mamá. Busqué un teléfono público,
ella se quedó ahí y yo le compré un ramo de jazmines. Cada
vez que le compraba un ramo de jazmines algún lío teníamos”,
recordó Guillén con una sonrisa.
"Tengo una buena
noticia (dijo Mónica). Mi vieja me contó que llamó Trudi".
Trudi era el apodo de Gertrudis Hlaczik, esposa de José
Livorio Poblete Roa, otro de los fundadores del FLP. “Mónica
y Trudi habían ido a la escuela juntas, eran muy amigas,
pero hacía como un año y medio que no se veían”, precisó
Guillén. Mónica, que era ciega, insistió en visitar a su
madre esa misma tarde pese al desacuerdo de su marido. Éste,
por su parte, volvió para Villa Domínico, el barrio donde
vivían, recogió a su hijo de cuatro meses de lo de una
vecina, lo bañó, lo durmió y se puso a leer un libro que se
había comprado un rato antes en la estación Constitución.
“Estaba tan interesante el libro que no me di cuenta del
paso del tiempo, dos, tres horas pasaron. En eso, la cortina
se movió de una manera muy rara, seguí leyendo, levanté la
vista y vi la cabeza de un hombre que se asomaba por la
ventana”. –No te muevas o te vuelo la cabeza –fue la orden,
y de inmediato ingresaron a la vivienda “cinco o seis
hombres” fuertemente armados–. ¿Dónde están los fierros?
–Acá no hay ningún fierro –respondió Guillén, cuyos únicos
fierros eran sus muletas y su prótesis. –¿Dónde están los
dólares? –preguntaron entonces. –¿Qué dólares? –repreguntó
Guillén mientras los intrusos subían la escalera y bajaban
con el niño. –Te vamos a llevar a vos y al nene –dijo el
hombre que comandaba el operativo. Así fue. A Guillén lo
esposaron, le vendaron los ojos y lo metieron a un coche. Su
hijo Juan Pablo, adelante, en brazos de un represor.
Cuarenta y cinco minutos después, el testigo escuchó un
portón abriéndose y al vehículo estacionarse. Lo bajaron y
lo condujeron hasta una oficina. De allí lo trasladaron a
través de un pasillo...
“Yo percibía que había varias personas
pero todas en silencio –dijo Guillén–, y se sentía el olor a
tabaco de filtro”. Finalmente, se detuvieron. –Yo soy el
Turco Julián –se presentó el represor. –¿Dónde está mi
señora? –preguntó Guillén. –Contame todo. –No sé qué quiere
que le cuente. –Ponete contra la pared. Julio Simón, tal el
nombre real del represor, comenzó a golpearlo en la espalda.
Le pegó y le pegó hasta que Guillén cayó agotado. Lo
encerraron en un tubo cuyo único objeto era un colchón lleno
de sangre. El torturado trató de calmar el dolor en la
espalda frotándose contra el frío cemento del piso. Al día
siguiente los secuestradores le exigieron a Guillén que
escribiera “todo”. El hombre simplemente confirmó lo que sus
victimarios ya sabían: que había militado en Cristianos para
la Liberación y en el FLP. De vuelta en el tubo, Guillén
conoció la rutina del centro clandestino. Luz artificial
durante todo el día, el ruido de un extractor de aire, los
gritos de los supliciados.
“Era enloquecedor”, dijo Guillén.
Cierto día, escuchó una voz conocida. Era la de Trudi
Hlaczik, la amiga de su mujer. “Entonces me paré, la vi
pasar y la llamé en voz baja”. –A Mónica le dieron picana.
Está en la enfermería con pérdidas –le dijo Trudi, que
formaba parte del grupo de detenidos obligados a limpiar el
lugar. Guillén le vio un moretón que le cubría la mitad de
la cara. El represor Colores, al momento de secuestrarla, le
había dado un culatazo con una Itaka. Guillén le preguntó a
Trudi por su beba, Claudia Victoria. “Ya se la mandaron a
mis viejos”, respondió Trudi, que aún no sabía que su hija
ya había sido apropiada.
En su testimonio, Guillén mencionó
a varios ex detenidos con quienes compartió su cautiverio en
El Olimpo, muchos por sus apodos. “Hueso, Susana Caride,
Mario Villani y su señora, Laura, Rengel, Isabel Fernández
Blanco, el Pato y la Pata, Isabel Cerruti junto a otros
familiares, Julia Zabala Rodríguez, Ernesto y la Negrita,
Chocolate, Pepe, Jorge Paladino”. Asimismo, confirmó que
Marta Vaccaro, quien continúa desaparecida, estaba
embarazada.
Días después, Mónica, la mujer de Guillén, fue
sacada de la enfermería y encerrada en el mismo tubo que su
marido. El hijo de ambos fue llevado con la madre de Mónica.
Guillén se encontraría luego con José Poblete. Se abrazaron.
Pepe le pidió que cuando saliera en libertad fuera a visitar
a su madre, Buscarita, promesa que Guillén cumplió.
Pese a
que lo liberaron, Guillén y su esposa estuvieron bajo
vigilancia durante más de dos años.
Fuente:
juicioprimercuerpodeejercito.blogspot.com