UN CALESITERO
QUE PERTENECE A NUESTRA HISTORIA
Don Luis festeja
sus 90 años
04/11/2009
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La Calesita de Don
Luis fue para varias generaciones un ícono del barrio de
Floresta. Ubicada a metros de la estación (Joaquín V.
Gonzalez y Venancio Flores) supo alegrar las tardes de los
pibes del barrio entre los años 1951 y 1964. Hoy se
encuentra funcionando en Ramón Falcón 5990, en el patio de
su casa, en el barrio de Liniers; y extrañamente (a pesar de
la época signada por el apuro, la cultura de la imagen y el
videoclip) sigue fascinando mágicamente a los pibes que se
suben a ella. En el día de hoy, a las 17 hs, el Ministerio
de Cultura nos invita a festejar los 90 años de Don Luis.
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La celebración
será a las 17 en Ramón Falcón 5990, casa donde funciona la
calesita. Habrá espectáculos gratuitos para los chicos que
concurran al festejo organizado por el MInisterio de Cultura
porteño. Habrá también, como corresponde a un personaje que
dejó una huella enorme en nuestro corazón, una torta
gigante. |
Esta historia comenzó a
gestarse cuando el padre de Luis, Juan Rodríguez, compra, el
19 de marzo de 1920, una calesita usada con dinero prestado.
El ingenio mecánico fabricado por el tradicional taller de
Cirilo Bourrel, Francisco Meric y De La Huerta, había
funcionado hasta entonces en la localidad de Ramos Mejía,
provincia de Buenos Aires.
Por aquel entonces Don
Juan había perdido su trabajo como guardia de tranvía y
pensó que con este nuevo emprendimiento podría mantener a su
familia. Así partió con su calesita ambulante, de barrio en
barrio, de pueblo en pueblo.
La fuerza motriz que le
daba vida al artefacto era "Rubio", un caballo que la hacía
girar cuando escuchaba la música del órgano.
A los 15 años, Luis
dejó la secundaria y se convirtió en socio de su papá. Don
Juan murió en 1944, a raíz de una caída que experimentó
cuando armaba su calesita en la esquina de Juan B. Justo y
Fragueiro. Luis tomó la posta y siguió deambulando por los
pueblos y por los barrios para ganarse el sustento.
En 1935, los caballos
fueron reemplazados por un motor a nafta y, más adelante,
por uno eléctrico. Sin embargo la calesita conservó su
esencia, con los caballos de madera y un barquito
originales. "Yo mismo hice los aviones, los autos y dos
camellos", cuenta Luis entusiasmado. Cada una de las figuras
tiene inscripto su nombre en el cuerpo.
Cuando la calesita de
Luis se instala en el patio de su casa reduce su diámetro:
pasa de 7 metros a 6 m.
La Calesita de Don Luis
también vistió de alegría y diversión la esquina de Juán B.
Justo y Cuzco, la de Larrazabal y U. Shmidl y la de Cesar
Díaz e Irigoyen.
El heredero de
una vieja pasión
Como tantas otras cosas
del ayer que merecen ser preservadas, muchas de las
calesitas de Buenos Aires están consideradas como
pertenecientes al acervo tangible del Patrimonio Histórico
de nuestra querida tierra.
Quizá como en muchos
otros órdenes de la vida, las cosas simples y sencillas sean
las que más satisfacciones nos dejan.
Sin demasiada
tecnología, sin necesidad de juntar puntos, sin la presión
lúdica virtual de matar o morir, este modesto artefacto que
se limita a girar en medio de la música, y cuyo único
incentivo se reduce a atrapar una sortija que se escurre
traviesa en nuestras manos, es capaz de seguir dibujando
sonrisas a través de los tiempos y las generaciones... Y
después, cuando las luces se apaguen y la música cese,
volveremos a mirarnos alegres las caras, sin la frustración
del Game Over pintado en la piel.
Carlos Davis
NdR: Los chicos que concurran a esta
fiesta podrán disfrutar del Payaso Caramelo
y del show “Los cuentos del tío”. Esta
actividad está enmarcada en el programa
“Calesitas Buenos Aires”, que todos los
fines de semana ofrece 15 espectáculos
infantiles gratuitos en las 45 calesitas
barriales de la Ciudad.
Fuente:
Prensa Ministerio de Cultura GCBA - Diario
Clarin - Libro "Calesitas" de Alejandro
Mellincovsky - Sitio web
www.lascalesitas.com.ar