PERSONAJES DEL
BARRIO
Un hombre
llamado "Chuenga"
21/07/2009
- Pocos
personajes han de poseer un lugar tan extendido en la
memoria colectiva de los habitantes del oeste porteño como "Chuenga".
Microemprendedor de otra época, vendedor ambulante de
caramelos, asiduo concurrente al Parque Avellaneda, al Club
Alvear, a la Cancha de Vélez. Su popularidad indiscutible
apenas pudo ser superada por el halo de un misterio que se
extendió sobre su figura hasta el día de su muerte. Dicen
que se llamó
José Eduardo Pastor y que en el año 1984 dejó este mundo
para siempre,
llevándose con sigo la fórmula de extraña creación: "chewing
gum" o "chuenga"
|
Siempre estaba
ataviado con buzos, pulloveres o remeras de colores
llamativos, como si hiciera falta que un condimento externo
le diera más potencia a su personalidad. Lo suyo fue simple,
inexplicable para todo el que no lo haya visto alguna vez.
¿Cómo entender que a 25 años de su muerte estemos hablando
aún de este personaje de la ciudad? |
Los adultos de hoy,
pibes del ayer, lo recordarán como un señor que se paseaba
indistintamente por el Parque Avellaneda, el Luna Park, o
cualquier otro sitio donde se reuniera mucha gente,
acompañado por su infaltable bolsa de caramelos y su
característico slogan: Chuengaaaa...aaa...aaa
Los memoriosos dicen
que empezó a ejercer su ilustre personaje por los años '30.
Iba donde la gente se juntaba. Cubría todos los "eventos".
Lo mismo le daba una carrera de embolsados, una pelea por el
título o la final de un intercolegial.
Su particularidad, la
creación que lo distinguió de entre cientos de vendedores
ambulantes de golosinas fueron sus caramelos: blancos,
veteados, envueltos en una cantidad de papel que lucía
excesiva. Chuenga en realidad le puso "chewing gum" a sus
caramelos, lo que en inglés significa goma de mascar, pero
por dejadez, apuro, deformación o gusto prefirió llamarlos
simplemente "chuenga". Aquellos que los saborearon cuentan
que, a pesar del nombre, eran duros como turrón y con vetas
de colores llamativos.
Para el no existía la
decena ni los 100 gramos, su medida era más simple y
natural: el puñado, el mismo que le daba a todo aquel que le
acercara una moneda, más allá de que fuera de 5 o de 10
guitas.
Aquellos que siguieron
más de cerca sus andadas por el barrio dicen haberle
descubierto una mancha, una flaqueza: pareciera que el
hombre era hincha de Defensores de Belgrano, al menos los
sábados prefería rumbear para el bajo Belgrano
comercializando sus caramelos.
La leyenda de este
hombre parco pero afable, movedizo, chueco y algo encorvado,
cuenta que nació en 1915 y desapareció para siempre en 1984.
Se llamó José Eduardo Pastor, y su recuerdo tierno vive en
cada uno de los que aún creemos escuchar sus gritos
apurados...
Carlos
Davis
Fuente: Villa Ortuzar,
mi barrio - Martín Sánchez
de Defenlandia Blog - Ningo,
encuentros y desencuentros -
¡Chuengaaaa!
Autor: Ningo
Era clamor insistente
imposible de olvidar
la tribuna popular
la tentación recurrente
Era dulzura al azar
lo que entraba en un puñado
era sabor esperado
era magia que gustar
¡Chuengaaa! ¡ Chuengaaa!
y se alejaba apurado
al bolsillo lo comprado
se diluía la arenga
Era alegría con poco
eran instantes sagrados
momentos que son pasado
y que nostálgico evoco