La
salvación cristiana no puede darse
sin la liberación económica, política,
social e ideológica, como signos
visibles de la dignidad del hombre.
Eliminar la explotación, las faltas
de oportunidades e injusticias de este
mundo.
Garantizar el acceso a la educación
y la salud.
La liberación como toma de
conciencia ante la realidad
socioeconómica latinoamericana.
La situación actual de la mayoría de
los latinoamericanos contradice el
designio histórico de Dios y la pobreza
es un pecado social.
No solamente hay pecadores, hay
víctimas del pecado que necesitan
justicia, restauración. Todos somos
pecadores, pero en concreto hay que
distinguir entre víctima y victimario.
Tomar conciencia de la
lucha de clases optando siempre por
los pobres.
Afirmar el sistema democrático
profundizando la concienciación de las
masas acerca de sus verdaderos enemigos
para transformar el sistema vigente.
Crear un “hombre nuevo” como
condición indispensable para asegurar el
éxito de la transformación social. El
hombre solidario y creativo motor de la
actividad humana en contraposición a la
mentalidad
capitalista de especulación y
espíritu de lucro.
La libre aceptación de la
doctrina evangélica, es decir,
primeramente procurar a la persona unas
condiciones de vida dignas y
posteriormente su adoctrinamiento
evangélico si la persona quiere.
La teología de la Liberación, al contrario de otros postulados teológicos o filosóficos, no es un desarrollo intelectual que luego se quiera llevar a la realidad. Esta teología emana de una experiencia de compromiso y trabajo con y por los pobres, del horror ante la pobreza y la injusticia, y de la apreciación de las posibilidades de las personas oprimidas como creadores de su propia historia y superadores del sufrimiento.