José María
Escudero Rodríguez, (Pepe para los vecinos) nacíó en
Merlo, provincia de Buenos Aires, el 21 de junio de
1942, aunque "la marca" que hoy resaltamos se dió en el
año 1955, cuando temeroso bajó del tren para asistir al
primer año en el Industrial 4, que tenía la especialidad
de Construcciones Civiles.
Recuerdos de una época...
Cuando me
bajaba del anden norte (estación Floresta) veía al Club
Floresta, con su famoso frontón. Bajando hacia Chivilcoy
había un quiosko y a su lado el "Apio Grill", una suerte
de panchería que los hacía muy buenos.
Recuerdo
el trayecto hacia la escuela. Cruzábamos las vías y
enfrente estaba el viejo Mercado (donde a veces nos
regalaban alguna fruta). Tomando Yerbal, cruzábamos
Segurola y empalmábamos con la cuadrita de Mercedes.
Cruzábamos Rivadavia y agarrábamos Laguna (hoy Dip,
Benedetti) que era como un sórdido callejón ya que
pasando Falcón estaba el colegio de internos
discapacitados (demolido, luego dio lugar a la placita
"Che Guevara").
Llegando a Alberdi
doblábamos a la derecha y al llegar a Lacarra nos
encontrábamos con el
café de la esquina y los monoblocks enfrente.
Aunque
siempre viví en Merlo, "al barrio" lo sentía como
propio. Triste me alejé de él cuando abandoné el colegio
en el '58... Sólo lo pude caminar sin congojas cuando
quince años después retomé los estudios y me recibí de
Bachiller para luego entrar en Odontología y recibirme a
los treinta y nueve.
¿Recuerdos?,
todos... En esa época íbamos al mediodía, con las
chirolas justas, a comer pizza a lo de Don Paco, en
Bolaños y Lacarra (imágenes de aquella antigua esquina,
hoy convertida en heladería, ilustran la nota), o a la
Pizzería Universal, la que quedaba (aún hoy subsiste
inmortalizada a través del tema "Moscato, pizza y fainá"
del grupo Memphis la Blusera) en Rivadavia, entre el
cine Júpiter (creo) y la pizzería Antártida (luego "La
Cuyana") que estaba en la esquina de Olivera.
Recuerdo
todo lo que sentía como un chico de provincia que era
metiéndome en un barrio pujante, con tranvías,
autobuses(los primeros Mack, con puertas automáticas, o
los Leylan, o los Berliet) de donde bajaban mis
compañeros...
También
estaba la fonda "La Paloma" en M. Acosta y Alberdi, el
"Café Tarzán" en Lacarra y Directorio, y
fundamentalmente el Parque Avellaneda, con sus
misterios, el trencito, los pájaros, la antigua
residencia Olivera...
Frente a
la escuela había una librería (que aún se conserva) en
la cual mirábamos extasiados la primera "Nestler", un
"regla de cálculo" (instrumento de precisión portatil
que servía para realizar cálculos en una época en que la
calculadora electrónica ni siquiera se soñaba) que aún
tengo.
De las personas que
me marcaron recuerdo al profesor
Suárez, al Sr. Catucci (Jefe de Celadores), al celador
Rivero y al profesor de Dibujo Técnico Sergio Villa
Otero.
Lógicamente también
estaban los personajes
del barrio: Semillita (actor cómico) al cual veíamos
pasar, y al entrañable "CHUENGA" que vendía los
caramelos que el mismo fabricaba y que publicitaba por
su nombre con la inscripción que llevaba en su remera.
Sobre el
libro "Sonetardos"
Siempre
escribí, desde la época romántica de la adolescencia,
influído por Amado Nervo quizá. Pero lo que me llevó a
escribir en "lunfa" fue un librito llamado "SONETOS
MUGRES", del gran Daniel Giribaldi, quién también anduvo
por el barrio, y al cual presentí en aquel estudiante
crónico que veíamos en una mesa de Don Paco.

A
Daniel Garibaldi
Yo no se si eras
vos, y me ilusiona
pensar que si, eras vos el del libraco
amurado en esa mesa de Don Paco
y junando de reojo a la patrona.
Dormimos el nocaut
en igual lona
el fercho de la chata y el tranvía
Lacarra y Bolaños, pizzería,
donde al 4 jugábamos rabona.
Hoy, leyendo tus
sonetos Mugres,
encuentro tanta cosa real, la vida
que tal vez nos juntó en aquella esquina.
en una juventud que
fue tuya y también mía
en un lugar que fue final y fue partida
y hoy es olvido que tus güesos pudre.
El
Barrio
Café Tarzán,
Lacarra y Directorio
en el Parque los pájaros cagones
ensuciaban del trencito los vagones.
Y en un banco una Inés y un Juan Tenorio
rascaban sus
urgencias de casorio.
Chuenga y Semillita, sin patrones,
ganaban en la yeca sus blasones
de porteros en la yuga y el jolgorio.
Por allí batía el
parche el Agustín
con su labia de político el Araya
¡Te la vendía envuelta en hojas de Clarín!
También Rodriguez y
no me paso de la raya,
y el Giri, el Nano, el Turco y el Pilín
y algunos aprendices de canalla.
¿Que
sentimientos brotarían si volviera al barrio?,
seguramente la sensación de reencontrarme con el chico
de quince años, y con aquellas cosas comunes que dejaron
la huella del afecto en él...
Carlos Davis
NdR:
Gracias
Pepe por tu libro, por tus recuerdos y por tu
colaboración.