ORIGEN DE LA
VIRGEN DE PARQUE AVELLANEDA
Nuestra Sra.
de los Remedios
13/02/2008
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En esta imagen de la
Virgen reposa buena parte de la historia de este sector de
la ciudad. El casco de la que fuera estancia de los Olivera,
hoy Parque Avellaneda, reconoce su presencia desde el origen
mismo de la propiedad. La "Chacra de los Remedios", tal como
se la conoce aún hoy en día, fue el hogar de esta imagen
que, con el correr de los tiempos y luego de la venta de los
campos para transformar la chacra en espacio público, se
trasladó hasta su nueva y actual morada. La Capilla
Tutelar donde se la venera está situada en la calle
Francisco Bilbao 4310, esquina Moreto.
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La Hermandad
de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo poseía en
1755 la capilla de San Miguel (actualmente parroquial) y un
oratorio a Nuestra Señora de los Remedios, patrona menor de
la ciudad. Luego la virgen fue colocada en su altar mayor,
siendo sacada (en las fechas festivas) en procesión por las
calles del barrio. |
Con el fin de buscar fondos
para financiar la
construcción de un hospital,
uno de sus pilares, el Padre
González, alma de la
comunidad, viaja a España
por un tiempo prolongado. A
su regreso encuentra a su
iglesia de San Miguel,
amenazada de derrumbe y de
acuerdo con el Hermano Mayor
de la Hermandad, don Diego
de Salas, resuelve levantar
un nuevo templo. Aquí
encontramos mención a su
Chacra de Los Remedios,
relatándose el hecho de que
sus criados trabajaban allí
en la fabricación de
ladrillos para la obra.
En 1801 murió el
virtuoso padre González Islas y en 1822 se disolvió la
Hermandad.
Las tierras son
arrendadas entonces por el Sr. Miranda, sumándosele luego
Domingo Olivera. Este último aportó a la sociedad como
primer capital un lote de 50 vacas que le había ofrecido su
amigo Mariano Fernández, para establecer un tambo. Llegada
la señora Dolores Piriz Feliú de Olivera (esposa de Domingo)
a la antigua Chacra de los Remedios, su primer cuidado fue
tratar de ordenar aquello que había quedado tanto tiempo
abandonado.
Cuál no sería su
sorpresa al encontrar entre un hacinamiento de cosas
inútiles una pequeña imagen, igual en un todo a la Virgen de
los Remedios venerada en San Miguel, pero tan destrozada que
había sido arrojada entre los desperdicios. La recogió
cuidadosamente y corrió a comunicar a su marido el hallazgo,
rogándole quisiera hacerla restaurar. Objetó éste su
situación difícil del momento y estando en su conversación,
llegó apresuradamente uno de los peones a comunicarle el
extravió de las cincuenta vacas que no se encontraban a
pesar de haberlas buscado minuciosamente antes de dar aviso.
En la época no se conocían los alambrados por lo que no era
de extrañar que los animales pudieran alejarse.
“Si la Virgen de los
Remedios, a quien ruego te las encuentre, nos las devuelve
¿la harás componer?” pregunta la señora. “Con toda
seguridad”, le responde su marido. Apenas han pasado unas
horas cuando llegan las vacas de vuelta al redil, después de
haberlas encontrado a bastante distancia, solas en grupo,
más allá de Morón.
Cumpliendo con su
promesa, coloca a la Virgencita con el niño en la habitación
de entrada, en el antiguo “recibimiento”, lo que sería hoy
nuestro “hall” o “living room”, sobre una repisa colocada a
regular altura, circundada por una verja
La Virgen lucía una
corona de plata sobre la cabeza inclinada y un ramo de
hierbas aromáticas. Poseía un manto y vestido blanco y
plateado. Desde esa ubicación vio crecer a toda una
generación, siendo visitada por gentes de diversos lugares,
quienes eran atraídos por la fama de los milagros que hacía,
especialmente en los males de la vista.
Al morir Domingo
Olivera, la casa con su imagen venerada, pasa a manos de su
tercer hijo, Nicanor. Al levantar otro piso sobre la antigua
casona, la esposa de éste, María Antonia Ramos Mejía y
Madero, dispone una mesa altar en una habitación de la nueva
torre cuyas tres ventanas daban al poniente, colocando a la
Virgen de los Remedios junto a otra antigua imagen de
Nuestra Señora del Rosario que había pertenecido a su madre
misia Francisca Madero de Ramos Mejía.
Cuantas veces al
atardecer caían de soslayo los últimos reflejos de sol que
se abrían paso entre la espesa arboleda y llenaban de luz y
de sombra al “Cuarto de la Virgen” como se le llamaba y
donde estaban congregados los niños que esperaban que
comenzara el rosario. ¡Con qué misterio brillaba la cruz de
plata que remataba la antigua corona, semejantes a las que
se ven en las imágenes coloniales de Perú y Bolivia! ¡Con
qué serena mirada penetrante llegaba la Virgencita hasta lo
más hondo de las almas infantiles que iban siempre allí para
deponer a sus plantas todas sus cuitas! ¡Todos los
visitantes de la casa, que eran muchos y muy especialmente
los que le pertenecían, las familias de aquellos que se
habían formado bajo su mirada, nunca dejaban de saludarla.
Después de cumplido el
siglo de nuestra independencia, el entonces intendente Dr.
Joaquín S. de Anchorena, quiso hacer de nuestra capital una
ciudad europea, dotándola de bosques que la embellecieran y
la higienizaran, dando al mismo tiempo esparcimiento a los
pobladores de los barrios apartados. Adquirió pues el parque
de “los Remedios” hoy Parque Avellaneda y la Virgen salió de
allí con sus dueños.
Una de las
descendientes pensó que la Virgen de los Remedios pertenecía
de hecho a ese lugar que ya le estaba consagrado y en
memoria de sus abuelos, cedió una manzana para ella, a los
padres Salesianos, esos santos y esforzados pioneros de
Cristo en las pampas solitarias y en los Andes, cuyo granito
se levanta como pedestal para la estatua que la República
pide para el Beato Don Bosco, que dirigió esos ardientes
misioneros y eximios educadores de la juventud, para que
allí impusieran su culto y levantasen un colegio.
Resistiéndose a empezar
nuevas obras sin tener como sostenerlas, se formó una
comisión de familia bajo la Presidencia Honoraria de la
única sobreviviente entonces de aquella generación, la Sra.
Mercedes Benguria de Olivera, quien murió antes de terminar
la modesta capilla que contribuyeron a levantar los que en
la familia estaban en condiciones y con la generosa ayuda de
otras personas.
Cuando esta se hubo
terminado, entregó la Virgen, la Sra. Dolores Martínez de
Olivera, viuda de Domingo Olivera, que fue el último dueño
de “Los Remedios” y a quienes había acompañado en sus varios
lugares de residencia en la ciudad y en el campo.
Fue la Madre de “Los
Remedios” que invocaron las pobres huérfanas de San Miguel;
y antes que ellas el santo Padre González en sus afanes de
caridad; quien hizo luego la felicidad de una familia y por
fin, supo exponerse al culto público para que su mirada
serena calme las tormentas en el corazón de los que la
rodean y la invocan.
¡Virgen de los Remedios
y Señora Nuestra! Tu eres la imagen de la paz, de la paz del
alma y de la paz en la tierra. Ciñes corona y vistes manto
real, para recordarnos que la vida es imposible, sin
Obediencia, sin Orden, sin Autoridad. Nos ofreces a tu Hijo
–Niño y Excelso – para que derrame sobre nosotros el amor.
El amor de Dios que hace que lo soportemos todo, y el amor a
los hombres por quienes El dio su sangre y su vida.
¡Virgen de los
Remedios! los próceres de Mayo te siguieron por las calles
en su infancia. Bajo Tu advocación curaron las heridas de
quienes nos dieron patria. ¡Cura Tú hoy, las del alma de
quienes nos la quieren quitar! Vuelve a los labios de los
niños tu dulce Nombre; y allí donde un día fuiste Reina, sé
Misionera y sé Redentora, derramando el aroma de tus hierbas
medicinales, que harán el milagro de crear la nueva
generación, compuesta de mil facetas, fuerte contra tus
enemigos y los de la Patria.
Elvira
Olivera de Fragueiro
NdR: Extracto
de un extenso trabajo publicado en el
sitio web de la
familia Olivera.