Floresta: nombre dado por Ordenanza N° 26.607 B.M. 14.288
DE MÉXICO A
FLORESTA
Las goteras del
recuerdo
28/08/2007
-
Susana Guidi Leal, nacida y criada en Floresta, es una
consagrada cantante que desde hace 28 años vive y triunfa en
México. A este país arribó luego de un recorrido por
diversas tierras latinoamericanas que incluyó presentaciones
en Perú, Ecuador, Panamá, Honduras, El Salvador, Costa Rica
y Guatemala. En 1979 llega a México y graba para la empresa Emi Capitol.
En el día de hoy, y sumándose a los festejos del barrio, nos
envía un escrito donde sintetiza el cariño, la nostalgia y
los buenos recuerdos que uno conserva por su barrio de
origen a pesar de la distancia y del tiempo transcurrido.
Susana vivió en Floresta,
más precisamente en Mercedes
y Morón, hasta que en el año
76 partió para probar sus
dotes artística en otras
tierras. Su inicio
profesional fue en un grupo
vocal de folklore. Su primer disco lo grabó en
Argentina, a dúo con Javier,
después de lo cual le
encargan varios covers,
iniciándose como versionista.
Más tarde grabó su segundo disco
tras lo cual decidió, junto
con Javier, aventurarse a
conocer otras tierras, otras
gentes.
Su obra, que consta de más
de 350 canciones, ha sido
grabada por grandes artistas
mexicanos, como Arianna,
Lila Deneken, Enrique
Guzmán, Verónica Castro,
Lucero, Ivonne e Ivette, Ana
Bárbara, Sentidos Opuestos,
Ana Gabriel, Mijares y
Lupita D’Alessio, de esta
última intérprete produjo su
material más reciente
“Cuando el Amor te Besa” y
“El adiós”.
Sue describe así su
vocación: “Sacar los
sentimientos y volcarlos
sobre una hoja en blanco no
sólo es un desafío, sino una
necesidad constante del
alma”.
Recientemente ha recibido el
premio Trayectoria de
manos del Maestro Roberto Cantoral y Armando Manzanero
- Siempre he llevado a mi
barrio por donde voy; hasta
en mis repetidos sueños
donde, por arte de magia, regreso a las aulas de mi
querida e inolvidable escuela primaria Padre Castañeda.
Leyendo vuestro boletín me enteré de las fiestas que se conmemoran el
29 de Agosto, y a modo de humilde regalo desde esta tierra
azteca me permito enviarles
con todo mi amor un capítulo
de mi novela "Con un rosal
en el alma" titulado...-
Las goteras del recuerdo
El olor a tierra mojada me
reconciliaba conmigo misma,
y a la vez, abría una gotera
implacable en mis recuerdos...
Aquellas tormentas de verano
nos daban un respiro breve a
todos los cándidos y
optimistas como yo, que
abríamos las ventanas,
apagando los estoicos
ventiladores que sólo
arrojaban aire caliente.
Cuando salía nuevamente el
sol, un vapor espeso y
persistente, se desprendía
de las calles, y la humedad
volvía a hacer de las suyas
(sobre todo a mis huesos).
Treinta grados a la sombra y
como dicen ahora: “sensación
térmica de 40..."
Este ha
sido siempre un país
extremoso en todos los
aspectos, como nosotros. Su
fuerte y compleja
personalidad,
invariablemente fue, es y
será, cuestionada y
manipulada por los elementos
ajenos a su arraigo. Hasta
su olor, inconfundible, nos
envuelve mansamente,
acunándonos en una especie
de seno materno, si es que
el seno materno es como yo
lo había imaginado alguna
vez ... dulce, profundo,
protector y amoroso.
Cuántas
no serían las veces que me
sorprendí a mi misma
dibujando arabescos en el
aire con una servilleta a
modo de pañuelo, mientras
escuchaba una zamba. También
reconozco y porque no, que
lagrimeé con suspiros
entrecortados, al sentirme
en comunión con el lamento
de alguna bagüala... y el
tango ...que podría decir,
cuando de él uno se empapa y
se deja nutrir por su
lunfardo tan sabio y
verdadero, con esa música
cadenciosa del bandoneón
llorón que, aprovechando sus
ventajas de buen fuelle,
infla y desinfla a placer,
el corazón sensiblero de los
porteños, predispuesto desde
siempre a los ataques
congénitos de angustia y
nostalgia, cuando no de
pasión o desamor eternos ...
Una imagen de calles
empedradas y húmedas
resbalan por mi mente... La
placita Vélez Sarfield
topándese desde mi hamaca
con la Iglesia, donde el
padre Laucello desde su
confesionario me absolvía
después de escuchar mis
inocentes confesiones
“inconfesables”…
Floresta…,
mi barrio. Charcos en cada
esquina verdugueando mis
zapatos, mudos espejos de
nuestra infancia, ahora y
cada vez, más lejana.
Veredas amplias de baldosas
flojas, guardando
celosamente en su memoria,
voces de miles de
monopatines, bicicletas,
rayuelas y golpeteos
irregulares de bolitas y
figuritas multicolores...
Aunque me cueste admitirlo,
las cosas caen por su peso.
El tiempo fue cambiando la
geografía de mi querido
barrio, nunca sabré si para
bien o para mal... pero
aquel, el de los balcones
grandotes extendidos al sol
como brazos, que abarcaban
el paisaje cotidiano
salpicado de gorriones
bulliciosos, el de los
cordones de adoquines grises
que contemplaban el ir y
venir de efímeros barquitos
de papel, hechos por
pequeñas manos para grandes
sueños, ya no es el mismo.
Aquel, mi barrio del alma,
sacaba fuerzas de no se
donde, para defender su
identidad agredida por los
embates del progreso... se
fue llenando de semáforos
(las garitas dormirían
quizás en algún oscuro
corralón), y de edificios
como colmenas (para colmo
sin miel alguna), que se
iban irguiendo indiferentes
sobre su noble espalda que
aguantó tantos inviernos...
¿Habrá llorado alguna vez?..., yo creo que si, es más,
estoy convencida de que así
fue, porque si pongo
atención a la profundidad de
su silencio nocturnal,
escucho su lamento que
deambula por los laberintos insondables de sus entrañas
malheridas... Lloró por cada
ladrillo derribado de las
viejas casonas señoriales;
lloró por cada parral
centenario que fue arrancado
de cuajo sin remordimiento
alguno; lloró por el almacén
de Don Ramòn (el gallego) y
por el viejo potrero
contiguo (aquel en donde yo
rescataba gatos recién
nacidos), ambos ahora
dándole una sola superficie
en común al gran super,
super moderno, donde la
balanza descuajeringada con
esas pesas y pesitas doradas
que siempre llamaron mi
atención de niña, fue
reemplazada por la báscula
electrónica...
Las bolsas de
arpillera con su paisaje
cristalino de azúcar y de
arroz, sucumbieron ante el
peso de elaboradas
estanterías de metal,
repletas de productos ajenos
a nuestra idiosincrasia,
pero eso si, de preparación
instantánea, que para
nuestra desgracia
consumíamos como mansos
borregos... Si me pongo a
pensar, era lógico; el
tiempo que ahorrábamos en
preparar nuestro alimento,
lo podíamos mal invertir en
ver la tele hasta tararnos (las radionovelas
eran cosa del pasado, la
imaginación también), pero
yo creo en el fondo que más
de uno de nosotros,
desfilando como marionetas
entre esas largas
estanterías, escuchando sin
entender, esa música
ambiental, extrañábamos
tanto aquellas charlas
diarias con Don Ramòn y Doña
Josefa, como también
extrañábamos aquel chupetín
que de yapa, nos daba el
bueno del gallego... Y que
decir de la libreta: ¿quién
no la conoció...?, aquella
estoica libreta que
aguantaba que le apuntasen
hasta lo que no podíamos...
“Don Ramòn, dice mi mamá
que sin falta le paga a fin
de mes y que vaya haciendo
la cuenta”.... Ay Dios!!!,
pobre libreta; murió sola
sobre un mostrador de
madera, la aplastó una
máquina registradora,
impecablemente dotada de
códigos y ruiditos
insufriblemente monótonos...
¿Adonde nos llevaría este
siglo en su loca vorágine?..., ¿hasta que punto las
seudo-ventajas del confort
nos mutilarían en nombre del
progreso...? ¿Adonde
iríamos a parar con todo
este bagaje de sentimientos
bonachones que no tenían
nada que ver con el tío Sam
y sus adelantos y que nos
obligaban a enchufarnos a
las computadoras y de esta
forma contribuir a fomentar
aún más esa soledad que de
por si, siempre fue
inmensa...?
Yo, como buena
chapada a la antigua, aún
resisto dentro de mi espacio
lo que me es posible; aunque
se me abran las goteras del
recuerdo y se me inunde el
alma con la garúa infinita
de la nostalgia…
No me
importa; me siguen dando
fuerzas el viejo encino y mi
mecedora agradecida por su
sombra, el perfume de la
albahaca entre mis manos, el
tiempo que me regala el mate
sin urgencias, mis escasos
metros de jardín que todavía
se dan el lujo de mirar el
cielo de reojo, y mi rosal,
que continúa aún,
afortunadamente y gracias a
Dios, obstinado en llenarse
de flores ante mis ojos.
Fuente de datos biográficos:
Sociedad de Autores y
Compositores de Música
(SACM)
Desde esta tierra Azteca para Floresta
vayan mis
felicitaciones y un abrazote
muy pero muy grande, lleno
de cariño y agradecimiento.
¡¡¡ Que orgullo haber nacido allì !!!...
"Floresta, en mi corazón sos y serás siempre
la cuna de
todos mis amores
y
de mis más bellos recuerdos".