Floresta: nombre dado por Ordenanza N° 26.607 B.M. 14.288
EL CENTENARIO
DEL BARRIO EN LOS MEDIOS DE PRENSA.
Los festejos de
los 100 años (2º parte)
20/08/2007
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En la primera
parte de esta nota doble reprodujimos fragmentos de un
artículo periodístico donde se comentaban los actos que se
habían llevado a cabo en la estación Floresta y en las
inmediaciones del Teatro Colón (donde se encontraba
antiguamente la estación Parque). En esta nota hacemos
incapié en la llegada de la primera locomotora, "La
Porteña", cien años después de su primer viaje. Su paso por
Floresta y Caballito, la llegada a Once, el júbilo con que
fue recibida por los vecinos mientras que su figura,
engalanada por una bandera patria, lucía el esplendor de
otro tiempo.
La nota del diario Clarín
comenzaba diciendo: Con
significativos actos fue
conmemorado ayer en todo el
país el centenario de los
ferrocarriles argentinos.
Tanto las estaciones de
nuestra ciudad como las más
apartadas del territorio
patrio, exhibían antiguas
locomotoras, o lucían sus
fachadas y andenes
embanderados.
Ciertamente distinta a la de
hace cien años fue la
emoción que suscitó ayer en
Buenos Aires el paso de La
Porteña por los rieles del
hoy Ferrocarril Sarmiento.
Al asombro de antaño, opuso
ahora la ciudad su vivo
júbilo y su veneración por
esa reliquia de la historia
ferroviaria del país.
Más de una hora -desde las
10:26 hs a las 11:30 hs-
empleó la vieja máquina en
su marcha desde Liniers
hasta la estación Once.
Ornamentada con banderas
nacionales, estridente como
en sus mejores épocas, el
humo de su chimenea
confundióse durante todo el
trayecto con las flores
arrojadas a su paso.
El más antiguo de los
maquinistas en actividad,
Don Dante Arroyo, la condujo
en el viaje evocativo junto
al foguista Juan Ricci y al
guarda Humberto Bolzone. Dos
antiguas vagones la sucedían
en la marcha; viajaban en
ellos algunos funcionarios
de los Ferrocarriles del
Estado y el instructor de
maquinistas, D. J. Leyhson.
La entrada en Once de
Septiembre permitió
que se renovaran, con mayor
entusiasmo aún, las
manifestaciones del público
repetidas en las estaciones
de Floresta, Flores y
caballito, donde La Porteña
se detuvo brevemente. Una
marcha militar la saludó
mientras aminoraba su marcha
junto a una moderna máquina
Diesel, de reciente
adquisición.
(...) Apenas La Porteña se
detuvo la concurrencia coreó
el Himno Nacional,
iniciándose a continuación
la serie de discursos
conmemorativos. "Nuestra
primera máquina - manifestó
el administrador general del
Ferrocarril Sarmiento, Ing.
Carlos Alb erto Luppi- abrió
las pampas a la civilización
y al trabajo, desterrando
definitivamente a la
montonera y al malón; su
simbólica presencia en esta
ceremonia -añadió- afirma la
continuidad del esfuerzo
patriótico que ella iniciara
y la vigencia del
ferrocarril en esta hora de
reconstrucción y austeridad.
(...) Posteriormente, el Sr.
Mario Conestábile, director
de los Ferrocarriles del
Estado, expresó que su
discurso trasuntaba una
adhesión a la ceremonia
evocativa que "patrocinan el
comercio y la industria, a
cuyo eficaz progreso tanto
han contribuido los
ferrocarriles en esta última
centuria.
El contralmirante Sadi
Bonnet expuso finalmente la
trascendencia del
ferrocarril como vehículo de
progreso y tributó un
homenaje a los patricios de
la organización nacional y a
quienes contribuyeron -con
la persistencia de su
esfuerzo- al
engrandecimiento del país a
través de su servicio en los
rieles del territorio.
(...) La ceremonia concluyó
con la entrega de medallas
conmemorativas a los 39
trabajadores que cumplieron
40 años de servicio en los
ferrocarriles nacionales.
NdR: Parece mentira
cuanto ha cambiado la visión
estratégica referida a la
importancia del ferrocarril
en el desarrollo comercial e
industrial de las regiones
más remotas del país. Hace
150 años la visión era: el
ferrocarril llevará el
progreso y la comunicación.
Hace 50 años se seguía
reivindicando el valor
comercial y social del tren
como vehículo de desarrollo
y comunicación. Hace algo
más de diez años, en la
época del Presidente Menem,
los ferrocarriles fueron
privatizados cerrándose
aquellos ramales que por su
"falta de rentabilidad"
significaban una pérdida
para los intereses
empresariales. Asi fue como
la gran red de "caminos de
hierro" quedó reducida a
su mínima expresión,
quedando como fantasmales
resabios de un pasado de
esplendor las viejas y
descascaradas estaciones de
los pueblos que, ya sin la
comunicación brindada por el
"caballo de hierro",
entraron en una rápida
agonía de la que
difícilmente alguna vez
puedan salir.